Con sentimientos encontrados, los chilenos recordaron el golpe de Augusto Pinochet, que derrocó hace 50 años a Salvador Allende, al que grupos diversos pretenden convertir en un icono de “sabiduría”, pero que llevó a Chile a la peor de sus crisis que, precisamente, desembocó en el cuartelazo. Al verse perdido, Allende se suicidó disparándose en la cabeza con un arma que Fidel Castro le regaló.
Poco antes de ese suceso el asesino serial cubano y megalómano “in extremis” anduvo de punta a punta de Chile predicando las “bondades” del comunismo, lo que desde antes de su llegada había comenzado a aplicar Allende, muy seducido por la doctrina que convierte a sus seguidores en zombies que “ni olvidan ni perdonan ni aprenden…”
El comunismo conduce, inexorablemente, a mordazas, regimentaciones de la gente, espionaje valiéndose de soplones o cámaras como en China e inevitablemente a crecientes carestías y más y más hambre y mortandad, como en Cuba, Venezuela y Corea del Norte.
Bajo el régimen marxista, con una economía quebrada y en auge el odio de clases, en sólo tres años los chilenos se habían hundido rápidamente en penurias de toda naturaleza, lo que condujo a protestas masivas haciendo sonar cacerolas, que noche tras noche en Santiago y en todas las ciudades chilenas eran un desesperado clamor al mundo.
Por invitación de amigos cercanos, en una ocasión viajamos a Chile, lo que nos llevó a preguntarles si deseaban que les llevara algo… Su respuesta ponía al desnudo lo que estaba sucediendo: “Te agradeceremos que nos traigas pasta de dientes y cepillos, champú, desodorantes, analgésicos…”, de todo porque faltaba todo.
Pese a que sucedió años antes en Chile, Nicaragua y Venezuela vivieron luego esa horrenda cubanización.
Se dice que Allende había formado una milicia paralela que se temía que era capaz de perpetrar una carnicería general de las élites profesionales, empresariales, comunicadores, académicas del país para dejarlo inerme frente a la “construcción” de una “sociedad sin clases” a lo Castro, Stalin y Mao, donde la población es forzada a obedecer dando o quitando alimento, que en talas circunstancias, como en Cuba bajo Díaz-Canel, se convierte en un brutal medio de control.
En su primer par de años en el poder, tras asumirlo literalmente a sangre y fuego, Pinochet no se desvió mucho del modelo de una economía “planificada y regulada”, por lo que persistió el estado ruinoso hasta… Hasta que aparecieron en escena los “Chicago Boys”, un brillante grupo de economistas alumnos de Milton Friedman, quienes, después de convencer a Pinochet se dieron a la tarea de aplicar la Economía de Mercado, la fórmula que sacó a Alemania de su postración y que después fue aplicada por Japón para reconstruirse tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Así vino también el Milagro Chileno.
Quienes ignoran la historia están condenados a repetirla
Los efectos del “socialismo” de Allende dejaron huellas que tomó un tiempo borrar; como Venezuela ahora, Chile había acabado con sus industrias y riquezas, lo cual era evidente en la población, sus edificios y mobiliarios.
“Quienes ignoran la historia están condenados a repetirla”, dijo Santayana, y aunque el actual presidente Boric no parece haber revisado el trauma del desastre en que llegó a convertirse su país, los chilenos pensantes no han olvidado ese terrible capítulo de su historia…
No se puede justificar un régimen que se entroniza a sangre y fuego, pero tampoco uno que mata a pausas por el hambre y la corrupción a un pueblo.