Por En todo el Hemisferio Norte está haciendo bastante más calor que en otros años. En las riberas del Mediterráneo han muerto al menos cuarenta personas en el mes de julio, en California los incendios forestales se han multiplicado, y en el llamado Valle de la Muerte (por algo se llama así) las temperaturas han alcanzado los cincuenta grados centígrados durante algunos días de julio.
Los medios de comunicación se han dado gusto con informaciones como las de CNN que publicó una nota en la que decía que estamos en la temporada de más calor en los últimos ciento veinte mil años (lo que llevaría a cualquiera a preguntarse cómo consiguieron las estadísticas al respecto de los últimos ciento dieciocho mil años…); o Scientific American, que declara sin ambages que julio 2023 es el mes más caluroso en absoluto registrado sobre la tierra.
Pero el premio a la exageración pienso que se lo lleva el Secretario General de las Naciones Unidas cuando declaró que “la era del calentamiento global ha terminado, y la era del hervimiento global (global boiling) ha comenzado”.
El consenso científico (cuya base más fuerte para afirmarlo es quizá más el consenso que la ciencia) nos remite a los seres humanos como culpables de este hervimiento global que nos achicharra.
Sin embargo, los periodistas serios, esos que profesionalmente hacen un chequeo de datos y fuentes, no están tan convencidos de que el clima no haya sido más caluroso en el pasado.
Así, por ejemplo, el Washington Post afirmaba el 25 de julio: “El océano del sur de la Florida supera los 100 grados [Fahrenheit]; podría ser récord mundial”. Lo que hizo que, al día siguiente, publicara más bien discretamente que quizá habría que revisar eso de “récord mundial”. Pues sus periodistas habían “descubierto” “otra extraordinaria temperatura de la superficie del mar cerca del sur de Florida en 2017”.Una no poco frecuente posición a la que con facilidad se llega cuando se convierten tuits en titulares, cuando se publican refritos de otros medios simplemente para lograr audiencia.
No faltan voces que están haciendo notar ese extraño baile de trío que se da cada vez más entre redes sociales, periodistas y científicos, pues de todos ellos -para decir lo menos-, los dos primeros trabajan con tiempos muy cortos… mientras que los terceros necesitan bastante más para poder publicar artículos, estudios y predicciones que puedan ser tomadas en serio.
Tal como lo expresa el Dr. John Clauser, co ganador del último premio Nobel de física otorgado junto con Alain Aspect y Anton Zeilinger: “La narrativa popular sobre el cambio climático refleja una peligrosa corrupción de la ciencia, que amenaza la economía mundial y el bienestar de miles de millones de personas. La ciencia climática equivocada se ha metastatizado en una pseudociencia periodística masiva. A su vez, la pseudociencia se ha convertido en el chivo expiatorio de una amplia variedad de otros males no relacionados. Ha sido promovido y extendido por agentes de marketing comercial, políticos, periodistas, agencias gubernamentales y ambientalistas igualmente equivocados.
“En mi opinión, no hay una verdadera crisis climática. Sin embargo, lo que sí existe es un problema muy real para proporcionar un nivel de vida decente a la gran población mundial, y una crisis energética asociada. Este último [el cambio climático como fenómeno más periodístico que científico, y ya no se diga de políticas gubernamentales] está siendo innecesariamente exacerbado por lo que, en mi opinión, estamos ante una ciencia climática incorrecta”.
El Dr. Clauser, al igual que cualquier persona sensata, se preocupa más de las “fake news” generadas en torno al tópico del clima, que del cambio climático mismo; y, precisamente por esto habla de una pseudociencia mezclada con desinformación científica, una mezcla que ha bautizado como “tecno-construcciones”, para denominar una tendencia mediática que consiste en la publicación de desinformación científica, con propósitos más oportunistas que de información.
Ingeniero/@carlosmayorare