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El embalse de El Chaparral amenaza a más de 60 especies

Ambientalistas han señalado que las represas representan una fuente de contaminación en las aguas, extinción de peces nativos y aceleramiento cambio climático.

Por Yessica Hompanera | Jun 26, 2022- 21:28

“Los Ausoles” es un lugar con fumarolas de vapor que era un lugar turístico que aprovechaban los habitantes locales y visitantes de lejos. Estos desaparecerán cuando se inunde el valle. Foto EDH / Yessica Hompanera

El río Torola representa una hoja en blanco para la historia hídrica de El Salvador. Es un territorio poco explorado que aún mantiene su estado salvaje y  donde muchas especies se alimentan y han hecho de su hábitat el ideal para sobrevivir. Este cuerpo acuático también simboliza la subsistencia y esparcimiento de muchos habitantes en su cruce desde el norte de La Unión, Morazán y hasta San Miguel, mucho antes de unirse con el Lempa.

Fue en 2004 cuando la primer equipo de la Comisión Ejecutiva Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL) realizó el primer estudio de impacto ambiental para la construcción de la represa El Chaparral la cual afectaría a tres municipios de San Miguel: San Juan del Mosco, San Luis de la Reina y principalmente, Carolina. 

En este informe realizado por la asistencia técnica de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón (JICA) y la empresa Electric Power Development quienes determinaron que el embalse se desplazaría 11 kilómetros río arriba desde el dique lo que significa que más de 61 especies nativas (registradas por ese informe), entre flora y fauna, quedarían bajo el agua o se desplazarán de manera obligada a otras zonas para sobrevivir. Sumado a la desaparición de ausoles volcánicos con millones de años de existencia. 

VER: Más de una década esperando se cumplan las promesas de CEL en comunidades de Carolina

Según un estudio de la Cepal sobre los efectos del represamiento de ríos en América Latina y el Caribe establece que los beneficios de una represa son menores a las consecuencias que traen para las comunidades y sobre todo el ecosistema que tienen las zonas donde se construirán.

Un trabajador en la zona del embalse que no quiso ser identificado señaló que tras la compra de los terrenos, CEL obtuvo la carta para comenzar a talar árboles y maleza en todo el perímetro del embalse en enero de 2020. Foto EDH / Yessica Hompanera

Dicho estudio muestra dos divisiones en el terreno y toma como centro a la represa: aguas abajo se crean cambios en los patrones de las crecidas, de sedimentación, calidad del agua (disminución de oxígeno, aumento de nitrógeno y bajas temperaturas) y mortalidad por circulación de peces en turbinas y vertederos. Mientras que aguas arriba se cambian la composición de los hábitats y el aumento en la mortandad de larvas y huevos de especies migratorias.

Un trabajador en la zona del embalse que no quiso ser identificado señaló que tras la compra de los terrenos, CEL obtuvo la carta para comenzar a talar árboles y maleza en todo el perímetro del embalse en enero de 2020. Estos trabajo fueron realizados por los mismo habitantes desde las 6:00 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde con un salario de $300 al mes. 

El biólogo salvadoreño, Nestor Herrera dijo en una entrevista con El Diario de Hoy que el panorama ambiental será “apocalíptico” con el embalse de El Chaparral debido a los altos niveles de material vegetal putrefacto que quedarán en el fondo. El profesional explica que los bosques dejan de captar el CO2 y que la vegetación ahogada se pudrirá liberando metano que lleva a la generación de gases de efecto invernadero. 

Según las personas de las zonas afectadas, los funcionarios de CEL explicaron que las aguas que quedarán en el embalse servirán para la siembra y consumo, sin embargo, los especialistas advierten lo contrario. 

“Si usted es un ciudadano que vive en el área del proyecto, esa agua la va a ocupar para bañarse, para darle de beber a su familia, a sus animales. Entonces necesita un agua de determinada calidad; si el agua está embalsada, si está llena de material que se está putrefactan”, señaló Herrera. 

Los ausoles del río Torola están ubicados a unos pasos del puede de hierro que une los cantones de Carolina con su casco urbano. Con la llegada del embalse se perderán. Foto EDH / Yessica Hompanera

Aquí no sólo migran las personas

En el estudio ambiental presentado por JICA se determinó, aunque no especificó los nombres de las especies, que durante la investigación se encontraron 19 mamíferos de los cuales 6 fueron clasificados bajo amenaza y otros 5 en peligro de extinción. En esa misma lista se encuentran 54 especies de aves donde 19 son amenazadas y 5 por extinción.

VER: El Chaparral: el “monstruo” que arrasó con las comunidades de Carolina

“Las presas hidroeléctricas en un país tan pequeño y tan densamente poblado como el nuestro realmente, más que un beneficio, sí van a generar energía eléctrica barata, pero el costo ambiental, social es muy alto”, señaló Herrera con preocupación. El biólogo señaló que la zona norte de San Miguel es un “agujero negro de información” en cuanto a la biodiversidad que hay en la zona y es casi imperceptible cuantificar el daño que se puede generar tras la tala indiscriminada de árboles, destrucción de la flora y sobre todo de la llena del embalse.

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Comunidades Especies Acuáticas Especies Animales Proyecto Hidroelectrico El Chaparral Ver Comentarios

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