No, no son genios ni sabelotodos. Son niños, pequeños que conciben el mundo de una forma diferente, con habilidades excepcionales, que les impiden adaptarse al ritmo de formación que la sociedad ha definido como idónea. Pero al fin y al cabo, niños. Niños a los que les gusta jugar, descubrir, amar y sentirse amados, preocuparse y celebrar, reír y llorar, hacer amigos y ser aceptados como lo que son, seres humanos.
Pero debido a esa percepción distinta de su mundo, son etiquetados con patologías y diagnósticos erróneos como el síndrome de Déficit de Atención (TDAH), autismo (asperger), conductas disruptivas, trastorno oposicional desafiante (TOD) o trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
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Sus maestros, compañeros y vecinos no logran entenderlos y muchas veces consideran que son sus padres los que les hacen creer que son más inteligentes que los demás, unos superdotados que deben comportarse de cierta forma.
En realidad, no son bichos raros y sus padres están más bien en contra de esas etiquetas sociales que los discriminan y exponen al bulling. Incluso, la situación de acoso y frustración se agrava en ellos, porque resulta que son sumamente sensibles.
Para confirmarlo, basta visitar el sitio web oficial de la Fundación Altas Capacidades El Salvador, en el que se brinda la información necesaria para contrarrestar la gran desinformación en torno del tema que predomina en la sociedad salvadoreña.
Según el Centro Nacional de Niños Dotados de los Estados Unidos (NAGC, por sus siglas en inglés) el estudiante con altas capacidades posee “la cualidad para destacar significativamente del grupo social y educativo al que pertenece en uno o varios ámbitos de las áreas científicas-tecnológicas, humanístico-social, artístico o deportivo”; corresponden al 10% de la población aproximadamente y se encuentran en todas las culturas y niveles socio-económicos, y requieren apoyo educativo al nivel de sus capacidades, y orientación en el área emocional y social para desarrollar todo su potencial.
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Si el censo escolar en El Salvador es aproximadamente de un millón cuatrocientos mil estudiantes, según detalle en el portal de la fundación, significa que el país está desaprovechando y perdiendo el talento de más de ciento cuarenta mil estudiantes, que corresponden al 10% que sugieren las investigaciones.
Evelyn Campos, fundadora de la Fundación Altas Capacidades El Salvador, enfatiza que el Ministerio de Educación en el país “aún no tiene políticas inclusivas, ni protocolos que garanticen la educación de esta población. Hay un abuso de los falsos diagnósticos y discriminación en los centros educativos para atenderlos. Muchos niños terminan frustrados tratándose de adaptar a un ritmo que no les corresponde y los que no se adaptan terminan medicados o etiquetados como disruptivos”.
Al igual que los bonsai, los niños con altas capacidades en El Salvador no pueden crecer todo lo que desean ante la falta de una formación adecuada a sus aptitudes. VIDEO: Héctor Estrada, Fundación Altas Capacidades El Salvador.
“Tienen conductas que no van acordes con los otros niños, ellos no platican mucho, los temas no les interesan, son más tranquilos en algunos casos, o desafiantes y retadores con el docente, y lo primero que piensan los docentes es que ese niño es un problema y así empiezan las etiquetas, los estigmas sociales por parte del docente, padres de familia y los otros niños”, explica Verónica López, una de las psicólogas de la fundación citada.
Ante tal panorama, la fundación se acercó a la Asamblea Legislativa en 2020 con tres solicitudes concretas:
1. Proclamar el 14 de marzo Día de las Altas Capacidades Intelectuales en El Salvador.
2. Crear el Consejo para la Atención de las Altas Capacidades y Talento.
3. Aprobar la “Ley para la promoción de las altas capacidades y talento extraordinario en el sistema educativo salvadoreño”, cuyo anteproyecto se presentó en octubre de ese año.
A la fecha, solo una de esas solicitudes se ha materializado. Justo el 8 de marzo pasado -Día Mundial de la Mujer-, con 69 votos, el Legislativo aprobó con dispensa de trámite declara el 14 de marzo Día Nacional de las Altas Capacidades Intelectuales.
Los padres de familia que ya son conscientes de que sus hijos pertenecen a este sector de la población aplauden este primer paso, pero saben que aún falta mucha batalla que dar.
“Ayer hubo una pequeña buena noticia, se decreto el 14 de marzo Día Nacional de las Altas Capacidades y es un pequeño paso pero, ahora, debemos ir por esa Ley”, celebró Ingrid Martínez de Lacayo, madre de Emerson Guillermo, un ciudadano salvadoreño con altas capacidades que residen en Sensuntepeque, Cabañas.
Ella, como muchos padres de familia que desafían a diario el sistema educativo de El Salvador en pro de los derechos de sus pequeños, tienen la esperanza que el anteproyecto de ley sea estudiado y aprobado por la actual Asamblea Legislativa.
Conoce a tres madres de familia que luchan por el derecho a una educación idónea para sus hijos con altas capacidades en El Salvador.
Ingrid Martínez de Lacayo
Madre de Emerson Guillermo, 8 años.
Sensuntepeque, Cabañas.
Sabedora de que su padre tenía altas capacidades, no se sorprendió al saber que su hijo nació con esas características excepcionales. A la pregunta, ¿qué significa criar a un hijo con altas capacidades en El Salvador?, afirma: “Realmente, es un desafío. Primero que todo, porque la educación tradicional no es suficiente para el deseo de aprender, de querer conocer, vivir y experimentar de un niño con altas capacidades. En la escuela tradicional, solo se cubren ciertas necesidades y pues ellos tienen otro tipo de intereses: el arte, la música, el dibujo, la poesía, la matemática, el espacio, la geografía, la ciencia… Mi hijo es un amante de los animales, le encanta investigar de los dinosaurios, la paleontología... Es un reto, porque aquí en el país nuestras escuelas, los colegios, no están preparados para atender este tipo de necesidades académicas. Pero el otro punto muy importante, es que las necesidades no solo son académicas, sino también emocionales. Es un área muy importante que debe ser muy cuidada y muy bien atendida, es una parte fundamental para su buen desarrollo integral”.
Marcela de Ortiz
Madre de Pablito, 5 años.
Mejicanos, San Salvador
Para ella, la educación de su pequeño es un gran reto, una constante aventura. “Su naturaleza curiosa nos exige tener siempre una respuesta ante sus cuestionamientos, a sus 5 años necesita comprender con toda lógica todo lo que pasa a su alrededor. Criar a un niño con Altas Capacidades es complejo ante la sociedad que tiene un concepto erróneo del tema...”. Al cuestionarla sobre cuál ha sido su reto más grande, de Ortiz enfatiza: “El estigma social, muchas veces las personas creen que nosotros como padres únicamente queremos jactarnos que nuestros hijos son “inteligentes”; sin embargo, el tema es prácticamente un tabú y la desinformación es muy grande. Un niño con Altas Capacidades no es sinónimo de saberlo todo, ellos aprenden a una velocidad diferente y su curiosidad es infinita... son niños extremadamente sensibles y sus emociones se expresan con mayor intensidad que las de un niño promedio lo que también causa críticas y rechazo de la gran mayoría de personas... Tristemente no contamos con el apoyo y respaldo de un Ley especializada para los niños con este diagnóstico. El fracaso escolar de niños con Altas Capacidades crece a cada día porque en muchos colegios ven que el comportamiento de los niños no es como el que ellos quisieran”.
Indira Pineda
Madre de Daniel Sebastián, 8 años
San Juan Opico, La Libertad
A su pequeño, lo sometieron a cuatro pruebas a los 2 años 11 meses y 9 días. Tras constatar que su pequeño poseía cualidades excepcionales, no imaginó el panorama al que se enfrentaría. “Los niños y niñas con altas capacidades que no están incluidos en un sistema educativo que se ajuste a la rapidez mental con la que aprenden o según sus intereses, normalmente son tachados como problemáticos, inadaptados, el payaso de la clase o simplemente el que vive en otro mundo… Los profesores esperan que todos los niños de AACC sean también de alto rendimiento académico y que resuelvan cualquier problema matemático… La mayoría de los niños con AACC presentan disincronía”. Pero, ¿qué es disincronía? Es un desajuste entre su edad cronológica y su edad emocional. “… se encuentran niños con 8 o 9 años con conocimientos o lenguaje de un adolescente de 14 años, lo que provoca una disincronía educativa (no se adapta al sistema educativo), disincronía social y afectiva, ya que no socializa con niños de su edad y tiende a asilarse, provocando muchas veces cuadros de ansiedad y depresión con frases como ‘nadie me entiende’, ‘nadie me quiere’ y ‘no tengo amigos’”, explica Pineda.