El hermano de un soldado que mareros asesinaron y desmembraron en Ilopango fue capturado por los pupilos del señor almirante, que lo sometieron a interrogatorios, junto a otros dos jóvenes, colocándoles una capucha en la cabeza y golpeándolos para que “confesaran” pertenecer a pandillas, según relataron familiares de las víctimas.
La “capucha”, una especie de bolsa que se coloca sobre la cabeza de una persona para golpearla o asfixiarla casi sin pausa, revive las peores épocas de prácticas policiales en este suelo.
Hay que recordar que la tortura está prohibida por nuestras leyes y los tratados internacionales y la Constitución salvadoreña dice que las autoridades civiles y militares que violen derechos humanos RESPONDERÁN PERSONALMENTE por estos crímenes y no se admitirá que aleguen que “obedecían órdenes”.
Precisamente, por abusos como estos se dejó de tomar como prueba directa en los procesos las “confesiones” obtenidas en sede policial, algo que el actual régimen quiere revivir y hacerle creer a sus agentes que son “los jueces de la calle”.
Los tatascuras, a lo largo de siglos y hasta la Revolución Francesa, torturaban a infelices acusados de herejía para que “confesaran sus crímenes”, por lo cual en la Edad Contemporánea muchos países invalidaron “confesiones” hechas bajo tortura, aunque tal cosa continúe aplicándose en países del Medio Oriente, en África y de seguro en China y Rusia en la actualidad, a lo que debe agregarse que los dictadores de todo pelaje y más en países como Cuba, Nicaragua y Venezuela, siguen torturando a los opositores a los que les “echan el guante”, como en nuestro saqueado suelo se ensañan contra los presos políticos (léase Ernesto Muyshondt) y los capturados durante el “estado de excepción”.
Pero andar por la vida acarreando esa marca, la de “torturador”, no garantiza una vejez tranquila y respetada sino lo contrario…
El pintor español Berruguete pintó una escena donde el malvado de “santo” Domingo de Guzmán, con sus adiposidades cubiertas por el adecuado disfraz, expone a dos infelices amarrados e indefensos a quienes no cuesta adivinar lo que luego les habrán hecho, como los “autos de fe” fueron expuestos por el gran pensador francés Voltaire como grotescos y sangrientos espectáculos para divertir a la chusma por un lado y tenerla sometida por otro…
Actualmente inclusive en muchos países se prohíben y persiguen espectáculos donde animales se masacran entre sí, como peleas de gallos y de perros, lo que divierte a individuos que sufren alguna medida de perversión.
Pero ¡Dios nos guarde! Los encuentros de boxeo en Estados Unidos y varios países del mundo son espectáculo muy, muy concurrido, con estrellas de cine, empresarios y otros sentados en las primeras filas al lado del cuadrilátero, siendo de leyenda cómo Cassius Clay (alias Mohamed Alí) estuvo invicto hasta que en un encuentro en África le dieron un golpe que le bajó el nivel de inteligencia de setenta a cuarenta…
“Quien entra vivo en las ergástulas no fácil saldrá con vida”
La tortura, que se ensaña con personas indefensas aunque se trate de criminales que por definición no pueden escapar, es en tal sentido un hecho delictivo, más cuando los brutalmente vejados son personas sordas, autistas, jovencitos con problemas mentales, como hemos denunciado en su momento sin que eso sirva para liberarlos de inmediato, como el caso de Óscar Hernández, que en Navidad se disfrazaba de Santa Claus para entretener a los niños de Sacacoyo y quien recibió una muerte a pausas en prisión…