Prácticamente todas las religiones que conocemos, con las solas excepciones de la musulmana y de ciertos grupos de judíos ortodoxos, no prohíben la representación de seres vivos o inanimados, lo que generó, desde la época de las cavernas, una plétora de obras visuales que constituyen uno de los grandes tesoros de la humanidad.
“Les Caux” en Francia, las cuevas de Altamira en el norte de España y arte rupestre en muchos lugares del mundo describen no sólo el entorno en que vivían esos hombres sino los animales y ambientes en los cuales se desarrollaban.
Tanto en “Les Caux” como en Altamira, las pinturas fueron descubiertas por niños que acompañaban a sus padres al explorar las cuevas: el padre no podía ver los cielos de las cuevas, pero los niños veían hacia arriba y preguntaban sobre esas pinturas; las cuevas suelen estar en la actualidad cerradas, pero al lado de ellas hay montajes que recrean su interior, aunque en los años siguientes a la Segunda Guerra Mundial muchas personas lograron entrar y contemplar las maravillas, como fue también el caso del más famoso sepulcro de Egipto, el de Tutankamón, que ahora sólo se visita la réplica y muchos de sus tesoros en el Gran Museo Arqueológico de El Cairo.
Una enorme cantidad de sepulcros hay en el mundo, pero poquísimos bajo tierra, siendo uno de los más hermosos el Taj Mahal, en India, que dedicó el emperador Shah Jahan a su amada, obra diseñada por un arquitecto francés como es el caso de la Catedral de Milán: una de las grandes obras de arquitectura del mundo diseñada también por un arquitecto francés.
El Fuerte Rojo de Delhi, al igual que un homólogo en Agra, son escaparates del refinamiento de esos siglos…
Los musulmanes han desarrollado grandes obras de arquitectura, desde “La Ceca” en Córdoba hasta las extraordinarias mezquitas de Isfahán, que en limpieza y orden urbanístico superaban todas las grandes ciudades europeas, donde la gente volcaba la porquería sobre la calle advirtiendo con el grito de “¡agua va!” a los transeúntes para no “bañarlos”, lo que dio origen a las recurrentes pestes que los tatascuras de esos oscuros siglos atribuían a “nuestros pecados”, lo que luego se trataba de arreglar con procesiones y donaciones, el origen de la tan hermosa basílica de La Salute, la salud, en Venecia, edificada frente a la Plaza de San Marcos.
Aparentemente en Europa, Múnich fue la primera ciudad que inició una ordenada evacuación de aguas negras, lo que tanto los romanos como los habitantes de Creta ya tenían: en Roma la “cloaca máxima” complementaba los acueductos que traían agua sana desde montañas.
Hasta el Barón Haussman, que dio a París bajo encargo de Napoleón III su fisonomía actual, la ciudad era un enjambre de callejuelas y tugurios.
El arte y las creaciones de siglos son el fulgurante patrimonio humano
La gran explosión del volcán de Santorini, que al igual al de Ilopango se voló la montaña dejando un enorme hueco, acabó con la cultura de Creta, que el arqueólogo inglés Evans y sus contrapartes griegos han conseguido reconstruir: en la actualidad, cuando llueve, pueden los turistas ver cómo el agua desde los techos se canaliza y de allí, vía otros canales, va al mar…
Sobre los cimientos de previas generaciones toca a la nuestra seguir el paso hacia un luminoso futuro… o desbaratarlo…