En Elche, una pequeña ciudad famosa por haberse encontrado en tal localidad la “Dama de Elche”, una enigmática escultura de una señora muy distinguida en un carruaje —escultura que es un emblema que figura en billetes de la nación—, se dio una horrible tragedia: un muchacho de catorce años mató a su madre, a su padre y a su hermanito, porque le habían cortado el internet y no podía seguir en sus “juegos”.
Las autoridades se asombran de que el joven monstruo, parricida, no muestre ningún remordimiento, que no mida el horror del hecho. Matar a una madre, un padre, un hermano, un hijo es de los crímenes más repulsivos que pueden perpetrarse, el tema de la película “Psycho”, de varios dramas del teatro griego, de incontables tragedias.
Pero en la raíz de la tragedia está el juego, juegos de azar como la ruleta, lo que montan casinos en muchos lugares del mundo, una maldición que en parte se describe en la novela de Fedor Dostoievski “El jugador”.
La adicción al juego afecta el mismo punto del cerebro humano que la cocaína y las drogas, lo que explica la adicción a un vicio que arruina vidas humanas, destruye patrimonios y relaciones conyugales, envenena familias...
¿Fulano jugó a su mujer y la perdió? La ofendida consorte, en venganza, se entrega a quien ganó la apuesta...
En nuestro país el juego estaba prohibido hasta que un exalcalde de ARENA, Mario Valiente —quien era un buen hombre, pero en eso se equivocó—, “autorizó” el establecimiento de un casino, lo que abrió las puertas para que otros alcaldes hicieran lo mismo alegando que en tal manera iba a atraerse turismo, turismo de tahúres, lo que no ha sucedido: los jugadores son todos enviciados locales...
¿Con qué argumentos habrá convencido el promotor de ese casino al alcalde para que autorizara su establecimiento? Nosotros no lo sabemos...
El grave problema que más y más afronta el mundo es que los juegos de consolas, mucho de lo que acceden jovencitos, son juegos del azar que los envician desde muy temprano en su desarrollo.
De hecho, hay marcas de ordenadores y programas que entre sus atributos está el ser muy amigables para “games”, juegos, vale decir para ocupar el cerebro de desocupados, y que hacen que personas deambulen en su barrio hasta que enganchan con una señal...
¡Vaya oficio!
¿Qué hacer cuando un familiar cae en garras de la ludopatía?
Muchos de nosotros hemos visitado Las Vegas, en Nevada, por convenciones, no por ser tahúres, y contemplado el espectáculo de los pobres enviciados que juegan y juegan hasta por la madrugada, aunque en ninguna parte del mundo se llega a los extremos del juego en Macao, un antiguo enclave portugués en China donde los casinos son el reflejo de lo peor de la condición humana —alcohol, mujeres, droga Y JUEGO— donde las disputas entre las mafias que controlan los casinos conducen a batallas que dejan muertos, entre ellos pobres turistas.
Un conocido nos dijo, con gran desaliento, que mientras su hija de veinte años estaba desempeñándose muy bien en la universidad, su hijo estaba perdido con los juegos en la computadora...
Cada uno conoce similares tragedias. Omar Sharif, el actor egipcio de la película Dr. Zhivago, basada en la novela de Pasternak sobre las condiciones en Rusia al caer en manos de los bolcheviques, perdió toda su fortuna jugando, yendo de un lugar de Europa a otro jugando en los casinos, una tragedia que pesa sobre una familia muy positiva y laboriosa en nuestro país pero que sufre del vicio de una nuera.. no-e-ra ni de lejos la que habrían deseado...