Giorgia Meloni, del partido Fratelli di Italia, ganó las elecciones en Italia y formará un nuevo gobierno con una agenda conservadora. Las encuestas muestran que los italianos esperan que el gobierno entrante baje la alta inflación, los impuestos y los precios de la energía y enfrente el peligro de una recesión económica que afectará a la Unión Europea.
El triunfo de Meloni responde a la desilusión de los italianos frente a las tendencias izquierdistas de, por décadas, “regalar lo que no es suyo”, mantener mafias sindicales y programas benefactoristas sin resultados para los pueblos.
Meloni se presenta como moderada y pragmática pese a la etiqueta de ultraderecha neofascista que le ponen la izquierda y algunos medios. El primer ministro saliente, Mario Draghi, declaró que asesorará a Meloni ante la UE si mantiene su política fiscal y el apoyo a Ucrania y la OTAN. Ella, por su parte, como primer paso ha dado su apoyo al presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski.
Tradicionalmente les llega el turno a movimientos y figuras de derecha para recomponer lo que grupos socialistoides arruinan, como sucedió después de la Segunda Guerra Mundial en Alemania, devastada por las políticas del “nacional-socialismo”, cuando los jerarcas nazis declararon que el liberalismo “está muerto”.
Hay similares movimientos en España, Francia y Alemania, además de las políticas económicas y la reducción de impuestos que llevó a cabo Ronald Reagan en Estados Unidos y que fue el detonante del más largo periodo de prosperidad de la nación.
Paralelamente a lo que en Estados Unidos llevaba a cabo Reagan, Margaret Thatcher desafió a los sindicatos y sus privilegios y fijó nuevas normas económicas, en cierto sentido reviviendo la doctrina de Adam Smith, que asentaron la edad moderna y la llamada “Revolución Industrial”.
Actualmente en España la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, ha reducido los impuestos para la ciudad, oponiendo las políticas del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que apuntala su régimen en el voto de separatistas catalanes, grupos etarras y similares.
En tal sentido, los violentos sindicatos alemanes, al igual de lo que en su momento fueron la AFL/CIO estadounidenses, que rompieron el espinazo de la industria automotriz de Estados Unidos, son el equivalente de los zánganos en las colmenas y los parásitos en los organismos: medran de lo que otros generan pero literalmente se creen los “tipos de la política”.
A la inversa de Italia, en Brasil un corrupto operador de izquierda, Lula da Silva, fundador del Partido de los Trabajadores, tiene amplias posibilidades de volver al poder envolviéndose en la bandera de ser su campeón y valiéndose de las masas que olvidan pronto y que quieren castigar al presente régimen de Bolsonaro.
Por una parte, las derechas y los grupos pensantes que buscan el crecimiento económico saben que quienes generan riqueza a cualquier nivel, desde pequeños artesanos y trabajadores al igual que empresarios, usarán con mejor beneficio a la colectividad su dinero, a diferencia de los burócratas que patrocinan programas que les son de beneficio político, además del usual engorde de tales grupos y el neopotismo que los caracteriza.
Los pueblos despiertan y desechan los castillos en el aire que les venden
Macron, el pragmático presidente de Francia, se enfrentó con un esquema benefactorista simplemente insostenible, pues propiciaba el retiro de los trabajadores a los 60 años.
Pero esos “castillos en el aire”, el “early retirement” que es la aspiración de todo estadounidense y que en un gran número de casos desemboca en alcoholismo, choca contra una realidad muy cruda característica de los países desarrollados: que cada vez hay más viejos a quienes sostener y menos jóvenes que los sostengan, por lo cual se está enfrentando una realidad: que muchas personas tendrán que trabajar toda su vida; quienes lo hacemos tenemos la recompensa de conservar en buen estado tanto el intelecto como el cuerpo y el alma…