Un colosal desorden sorprendió a centenares de pasajeros en las terminales de las rutas 42 y 152 ayer lunes, desde la madrugada, después que el régimen de Bukele pusiera soldados a conducir los 293 microbuses que confiscó a la empresa privada del señor Catalino Miranda.
En una suerte de enredos y contradicciones, primero la policía capturó a Miranda diciendo que era “por elevar la tarifa del pasaje y obstruir la vía pública”, pero al ver que estas conductas no son penales, sino que se debía seguir un debido proceso en materia administrativa, le atribuyeron “resistencia agresiva”, todo para mantenerlo encerrado en la cárcel a toda costa.
Tras apoderarse de las unidades, el régimen bukelista nombró a choferes militares y civiles que sólo ellos conocen para conducir las unidades y dejó todo a la diabla. Los motoristas no sabían siquiera cuáles rutas tenían que seguir y la gente reclamaba airada al ver que los transportes no salían.
No se trata de defender los desmanes que a diario sufren los salvadoreños en el transporte público, pero, como dice la diputada Claudia Ortiz, del partido Vamos, “no se puede combatir el abuso con otro abuso” y menos si éste causa más perjuicios a la colectividad. “El fin no justifica los medios” enseña la ética.
La ANEP no duda en calificar lo sucedido como una confiscación de una empresa privada, lo cual está prohibido por la Constitución de la República. Pero más allá de esto, se marca un precedente para que el régimen mande soldadescas a tomarse bienes y empresas o hasta los más modestos negocios, vehículos, viviendas y hasta los ahorros (como las pensiones) de los ciudadanos, además de mandar a la cárcel a estos últimos. Como advierten abogados, esto mismo mañana se lo pueden hacer a cualquier ciudadano de a pie, sobre todo si el grupo en el poder tiene a su servicio a la fuerza pública, diputados y jueces.
Los del régimen no buscan poner orden según la ley, sino imponer sus reglas y dar “pan y circo” para que la gente celebre que estén castigando a algunos sectores que pueden considerarse impopulares o los estén echando a las fieras, como en el Coliseo romano, pero esto es un búmeran que termina devolviéndose contra la misma gente, como sucedió ayer.
Lo “gratis” sale muy caro posteriormente
El “dulce” que el régimen ofreció era que el transporte sería gratis, lo que solo es posible recurriendo a dos fuentes de financiamiento, la primera, usar los dineros que pagan los contribuyentes para sostener toda una industria, lo que resulta utópico dado el coste de operar y dar mantenimiento al transporte público. Que sepamos, es muy raro el caso en el mundo mundial que se ponga a disposición de la gente servicios sin costo para llevar personas y mercaderías de un lugar a otro, aunque en unos pocos de los emiratos musulmanes como en la Venezuela anterior a Chávez los ingresos estatales por extraer el oro negro permitían darse ese lujo.
Pero en nuestra saqueada y pisoteada tierra, expoliada casi hasta el hueso, eso es imposible, a menos que la dictadura saque fondos de su botín para que los salvadoreños no tengan que pagar nada. Pero eso equivaldría, para el régimen, a cortarse una pierna...