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Sin inversión ni fuerza de trabajo los pueblos caen en la miseria

Lo que es imprescindible es cortar la dependencia de los ofrecimientos que politicastros inescrupulosos hacen y que la gente incauta cree

Por El Diario de Hoy |

En Ecuador, como podría ser en cualquier país de nuestro Hemisferio, en varias carreteras se ven grupos de personas con las manos extendidas pidiendo dinero, lo que asombra al visitante pues no se concibe la razón por la cual lo hacen en vez de ponerse a trabajar, generar sus propios ingresos.


¿Que no hay empleo para ellos? Eso es un contrasentido pues toda persona, todo grupo humano, todo colectivo tiene necesidades, exigencias que se deben satisfacer, lo que implica que mercado hay, que entre todos pueden llenarlas, lo que es natural en toda sociedad. Lo malo es cuando los gobiernos populistas no atraen ni garantizan las condiciones para la inversión ni empleos y acostumbran a las gentes a extender la mano.


Como lo señaló Adam Smith, el creador del mundo moderno, quien eliminó para una parte de la humanidad el horror del hambre, “no es por bondad del panadero que tenemos pan sobre nuestra mesa ni por bondad del carnicero que hay también carne en ella, sino para servir sus propios intereses, sostener a sus respectivas familias, agrandar sus negocios y contribuir a procurar el bien común.

Eso mismo se podría decir de ecuatorianos, peruanos, brasileños, de todos los que pasan hambre en el mundo: si dejan de creer en demagogos y se ponen a satisfacer sus mutuas demandas, ya que todo ser humano necesita nutrirse, guarecerse de la inclemencia del tiempo, vestirse, todos en alguna medida van a prosperar: los más diligentes, los mejor organizados, los que tengan el buen olfato de saber en alguna medida lo que el resto quiere, harán fortuna. Las demandas de “los pobres del mundo” son siempre oportunidades, pues esas demandas tienen que satisfacerse.
Sin embargo, eso no está sucediendo pues, como esos pobres ecuatorianos con la mano extendida, muchos esperan que alguien llegue y los rescate del agujero en que se encuentran.


Debido a la agresión no provocada del criminal de guerra y envenenador Putin, el mundo ha sufrido un grave golpe en su economía, lo que puede conducir, se ha dicho, a una hambruna en el Medio Oriente y África al cortarse el suministro de granos de Ucrania y la misma Rusia.


Pero eso “no necesariamente tiene que suceder”, ha dicho una política africana; lo que nos toca a quienes tenemos dependencia de granos es cultivarlos, procurar, haciendo uso de la tecnología ahora disponible y de las reservas de materias primas con que contamos, satisfacer nuestras propias necesidades.


Es imprescindible cortar con los demagogos


Lo que es imprescindible es cortar la dependencia de los ofrecimientos que politicastros inescrupulosos hacen y que la gente incauta cree: gracias a las promesas del señor dictador, se trate de Maduro, de Díaz-Canel, de Bukele, lloverá el maná sobre la tierra y sin otro esfuerzo que recogerlo y meterlo a la boca, “todo estará resuelto”.


Es obvio que con el maná bíblico tendremos que comer, pero no habrá vivienda, ni ropa, ni medicamentos, ni transportes, ni diversiones, ni música.


Aquí hubo muchos que creyeron en las altisonantes promesas del aspirante a dictador vitalicio, pero esas promesas no se han cumplido ni es probable que se cumplan, entre ellas: traer grandes compañías como Amazon o aerolíneas como Lufthansa a operar en el país, construir el aeropuerto y el tren en oriente, reconstruir 5,000 escuelas, traer extraditado a Funes, etc.


Lo mismo se puede decir de lo que el sinvergüenza y convicto por corrupción Lula da Silva ofrece en Brasil y lo mencionamos dado el grave peligro de que gane las elecciones.


O el mismo Trump, de quien se dice, lo que es más claro que el agua, que no anhela ser presidente otra vez, sino ser dictador, arruinar la democracia más antigua del mundo contemporáneo…

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