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El método de Jesús y el del César

No solo se trata de creer, sino que también de actuar en oposición a los valores comunes. Los creyentes sinceros eligen el camino del servicio al de la imposición, el de la humildad al de la soberbia y el del vaciamiento al del aprovechamiento.

Por Mario Vega

Pablo se encontraba en la cárcel del imperio y era consciente de que su apresamiento podía terminar con su ejecución, bajo esas circunstancias escribió una carta a sus amigos filipenses. La carta tiene un tono de despedida, porque Pablo pensaba que escribía su última voluntad. Lo cierto es que saldría de esa prisión y viviría en libertad por un par de años más antes de su encarcelamiento final. Pero al momento de redactar la carta él no lo sabía. Pensando en que su ejecución podría desalentar a los creyentes, aprovechó para manifestar su fe en el triunfo definitivo sobre los poderes que le oprimían e indicarles el camino que les conduciría a esa victoria.

Para eso, citó algunos párrafos de un canto cristiano usado en su tiempo para exaltar a Jesús: «…el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Filipenses 2:6-8).

Este canto antiguo resume la historia de Jesús. No se dice en él todo lo que los evangelios narran sobre su vida, pero sí se afirman los elementos más importantes sobre su persona. Jesús no se aferró a ser igual que Dios, sino que se despojó para humillarse hasta la cruz. El canto está lleno de contrastes. Pero ¿en qué consisten esos contrastes? ¿Qué había en el mundo que afirmara poseer la forma de Dios? ¿Quién se consideraba igual a Dios como algo para aprovecharse? La respuesta es inequívoca: el emperador de Roma. La teología imperial proclamaba al César como un ser divino. Se le adjudicaban títulos tales como Señor, Hijo de Dios y Salvador del Mundo.

La divinización de los gobernantes romanos era un acto esencialmente político que encontraba su origen en el antiguo deseo humano, expresado desde Adán y Eva, de llegar a ser como Dios. Pero Jesús optó por otro camino: no pretender ser igual a Dios sino por el contrario, vaciarse a sí mismo, tomando la forma de un sirviente y humillándose hasta la muerte. El Dios que se vació y se encarnó en Jesús no era un apasionado del poder y el control, sino de la justicia y la paz, de la justicia distributiva y de la no violencia.

En la ocasión cuando Pedro aseguró que Jesús era el mesías es probable que, al igual que sus contemporáneos, estuviera pensando en un rey poderoso y justiciero. Por eso Jesús le pidió que no se lo dijera a nadie e inmediatamente le habló de sus futuros sufrimientos y muerte. Eso decepcionó a Pedro, pero era necesario anteponer la manera de Jesús a la de los hombres. El método de Jesús era el del servicio en tanto que el de los hombres era el del poder.

Lo que se puede ver en el modelo de Jesús es el camino, el sendero. Es la mentalidad que Pablo, en su carta y en el contexto del canto cristiano, aconseja que deben tener los seguidores de Jesús. Lo que él mostró con su servicio y humildad fue el camino hacia la transformación personal. La autenticidad del cristianismo se manifiesta cuando se cree en un estilo de vida diferente al modo estándar del mundo. Pero no solo se trata de creer, sino que también de actuar en oposición a los valores comunes. Los creyentes sinceros eligen el camino del servicio al de la imposición, el de la humildad al de la soberbia y el del vaciamiento al del aprovechamiento.

Siguiendo esa lógica, la cárcel era para Pablo solo seguir el sendero de su maestro. Un sendero que conducía a la victoria sobre todos los poderes. Con confianza afirmaba que sus prisiones habían redundado para el progreso del Evangelio. Aun cuando su vida tuviera que ser derramada como ofrenda, aseguraba que Cristo sería magnificado en su cuerpo. Porque para él el vivir era Cristo y el morir era ganancia. Todos los poderes del imperio no podían cambiar ni un ápice de esas convicciones.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Ética Opinión Valores

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