Recep Tayyip Erdogan ganó en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Turquía el 28 de mayo pasado. La sorpresa en la primera vuelta del 15 de mayo fue que Erdogan encabezó dichas elecciones frente al líder de una oposición que se unió, Kemal Kilicdaroglu, pese a los desafíos para el presidente: una inflación de 78.6% desde junio del año pasado, la caída de la moneda turca que perdió 50% de su valor frente al dólar, el terrible terremoto del 6 de febrero pasado en el sur del país que provocó la muerte de más de 50,000 personas, tantas realidades que hacían aparecer una reelección apretada.
Desmintiendo las predicciones, Recep Tayyip Erdogan ganó tanto una mayoría en el parlamento como su reelección para un tercer mandato al frente de Turquía. Con su partido, la AKP, que se inscribe en un espectro conservador, logró una victoria que revela las fuentes de una unión mientras el ámbito regional e internacional revela una posición clave aunque controvertida sobre unos aspectos, de Turquía. El 88% de los turcos participó en las elecciones.
Erdogan ha pedido este sábado, en su tercera investidura como jefe de Estado, “amar y ser amado”, en contraste con sus discursos previos, habitualmentre más agresivos con sus adversarios.
“Hemos ganado el honor de servir a la nación turca otros cinco años. Abrazo a todos los 85 millones (de ciudadanos), tengan la visión política, el origen, el carácter o la religión que tengan”, dijo Erdogan durante su alocución en el palacio presidencial.
Erdogan conserva una base electoral sólida en particular en las regiones del Mar Negro y de Anatolia central, donde el conservatismo religioso se ha vuelto un aspecto prácticamente, identitario. Pero por cierto, a pesar de una victoria en las elecciones legislativas, la AKP enfrenta una forma de erosión en las grandes ciudades, la oposición conservando sus bastiones en la parte europea de Turquía, y en las principales ciudades. Recep Erdogan supo constituir una alianza con el “tercer hombre” de esta elección, Sinan Ogan que dirige una partido ultranacionalista y que obtuvo en la primera vuelta, 5.2%.
El presidente reelecto dirige Turquía desde 2003, primero como primer ministro y desde 2014 como presidente, cargo que desde un referéndum en 2017 reúne las funciones de jefe de Estado y jefe de Gobierno. Su nuevo mandato se extenderá hasta 2028 y, salvo cambios en la Constitución, debe ser el último, ya que la Carta Magna prevé un máximo de dos turnos para el presidente.
Con sus 52.18%, Recep Erdogan inscribe su acción en el largo plazo, reivindica la voluntad de construir nuevos fundamentos de unidad nacional, integrando el aspecto religioso. A la vez, refuerza el estatus de potencia regional de una Turquía, con una posición estratégica tanto en la OTAN, la alianza de seguridad del Atlántico Norte, como con demás países, como China, Arabia Saudita, Irán y por supuesto Rusia.
Su posición geográfica puede explicar esta búsqueda de un multilateralismo contemporáneo: en el sur, sus vecinos son Siria, Iraq e Irán. En el este, Azerbaiján y Georgia. El norte lo lleva hacia el Mar negro y la perspectiva de Asia Central, Ucrania y Rusia. En el oeste, Bulgaria y con el mar Mediterráneo, el vecindario de Grecia. Es el único país en reconocer la independencia de la “República Turca” en la parte norte de Chipre desde 1974.
Turquía se desempeña como potencia en el Medio Oriente tanto como en la parte oriental del Mediterráneo. La lucha contra los kurdos la enlaza con países como Siria, Iraq. Obviamente, a través de Armenia, está en relación con parte de Asia central. Pero, es un país miembro de la OTAN. Recordó su importancia, negándose en dar su voto en favor de la entrada de Suecia en la organización de seguridad, mientras lo dio a Finlandia.
La cumbre de Vilnius, en julio próximo, podría ser la mejor oportunidad para que se obtenga el acuerdo de Turquía, reforzando un estatus estratégico en esta organización. Su secretario general, Jens Stoltenberg, afirmo el 1 de junio pasado, que dicha perspectiva “es absolutamente posible”’.
El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, declaró por su parte que Suecia había adoptado “medidas importantes para responder a las preocupaciones legítimas” de Turquía. Suecia adoptó una nueva ley prohibiendo actividades enlazadas con grupos extremistas. Una forma de “garantía” en favor de Ankara que reprochó a Suecia dar refugio a actividades del partido de los trabajadores kurdos.
Instrumento de negociación con los países miembros, empezando por los Estados Unidos, Turquía tiene una posición ambigua con la Unión Europea.
Ankara se enlazó con Rusia: le compró un sistema anti-misil S 400 en 2020, al parecer como medida de represalia por haber excluido del programa de aviones furtivos estadounidense F-35. Estos temas acompañan una política exterior a la vez pragmática y multilateral que sin duda, seguirá reforzando Recep Erdogan durante su tercer mandato.
Politólogo francés y especialistas en temas internacionales.