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El tráfico y la salud mental

Estamos ante una violencia que no es exclusiva de clase social. De sobra hay casos de discusiones por luchar por un parqueo; la violencia se ejerce desde el motociclista que, amparado en lo vertiginoso del tráfico, hace y deshace y en un santiamén, pasa a engrosar las estadísticas de muertes por imprudencia, de incapacidades permanentes y para el resto de sus vidas.

Por Ricardo Lara
Médico

Parece un tema irrelevante. Sin embargo, El Salvador se ha convertido en una selva de concreto donde las trabazones, atascos, embotellamientos, como se les quiera llamar, llevan a lo mismo: se debe esperar por horas un punto A que lleva a un B que puede ser de 30 minutos se convierte en dos horas y en conversaciones de amigos, familiares, etc.;  se escucha que es lo más normal y hay que armarse de paciencia; el estrés que genera llegar a un hogar y ya tener que estar pensando en qué ruta alterna poder tomar el siguiente día. Esos son los que disponen de vehículo, mientras cientos de miles de personas que se transportan en los colectivos no tienen más opción que repetir una odisea cada mañana y cada tarde.

Deben las autoridades de Salud poner gran atención a lo que representa la salud mental de una población que viene de un asedio del día laboral.

 En esas horas de espera en las trabazones la mente se pone a pensar en la mayoría de casos en las soluciones a los problemas cotidianos,  como por ejemplo, que dos plátanos cuestan un dólar o que los seis tomates están caros, hasta pensar en problemas laborales u otros. Difícilmente nos pondremos a pensar en lo que ocurre en el resto del mundo, que si la guerra de Gaza, el costo del petróleo, etc.

Solo queda sufrir la espera por largas horas para llegar a su destino. ¿Cómo puede estar la salud de una madre que pasa más de cuatro horas en un bus?  ¿Cómo está la salud mental de la madre que debe dar el desayuno a sus hijos dentro de un vehículo antes de llegar a su centro de estudios? No dudo de que tiene que haber una salud mental deteriorada en que la ansiedad, la ira, la frustración y otros sean el común denominador de un grupo familiar.

Tener un vehículo no se considera un lujo, pero tenemos residenciales que revientan de parque vehicular y lo que fuese una reunión familiar que antes demoraba ni media hora llegar, hoy en día, dura más llegar a tal reunión que lo que conlleva la tertulia y compartir más tiempo de dicha convivencia por el problema del tráfico.

Sabemos que la salud mental es importante para el desarrollo de una sociedad, donde cualquier signo o síntoma trae grandes repercusiones sobre el grupo familiar, a la comunidad y a una sociedad entera. Es urgente poner hincapié en darle prioridad a la salud mental, es imperativo entender que muchísimas dolencias físicas tienen como sustrato el estrés que genera el tráfico en El Salvador.

El tipo de violencia que se ejerce al conducir difícilmente se encuentra cultura y cortesía vial; parece inverosímil, pero esa es nuestra realidad, una realidad a la que poco se le ha dado importancia y debemos preguntarnos: ¿es saludable que un niño y adolescente apenas duerman seis o siete horas antes de iniciar la rutina de no tener un sueño reparador? ¿Cómo esperamos tener conductores respetuosos tanto de las leyes como del prójimo si la fuerza y la violencia de carro a carro es la dinámica que mueve sus vidas? No la tenemos fácil.

Estamos ante una violencia que no es exclusiva de clase social. De sobra hay casos de discusiones por luchar por un parqueo; la violencia se ejerce desde el motociclista que, amparado en lo vertiginoso del tráfico, hace y deshace y en un santiamén, pasa a engrosar las estadísticas de muertes por imprudencia, de incapacidades permanentes y para el resto de sus vidas.

Todos queremos llegar a nuestro destino y debemos hacer uso de la tolerancia a más no poder, ser corteses, ceder el paso, pero lamentablemente se toma como signo de debilidad. No tenemos una salud mental de la mejor calidad y aquí luce el ejemplo para el otro conductor: ¿qué perdemos al ceder un paso? ¡Nada! ¿Y qué decir del peatón que es mal educado y abusivo en la mayoría de casos, que debe librarse por sus medios?

Lamentablemente lo que más duele al hombre es cuando le tocan el bolsillo y es quizá una sugerencia, que, a aquellos conductores violentos e irascibles, que ya se les sanciona con altas multas por conductores temerarios o se les detenga y confisque el vehículo no son suficientes ni son la solución, más allá de causar caos accidente, se puede evitar una muerte. “Salud mental y tráfico”, un nudo gordiano que, no es responsabilidad del estado desatarlo, sino que es responsabilidad de cada padre, de cada madre dar el mejor ejemplo y sabedores que no ganamos nada con prendernos del claxon, sea la paciencia la mejor solución a tan importante situación por la que atraviesa el pasajero del transporte público como el conductor.

Médico.

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