Cuando apenas faltan horas para la celebración de la tercera cumbre UE-Celac, el Eurobarómetro confirma que los ciudadanos de la UE respaldan mayoritariamente la transición verde. Un 85% piensa que la Unión debería invertir más en energías renovables. En el 2019 la presidenta Von der Leyen hizo de la transición energética una prioridad en su mandato al frente de la Comisión Europea, con el propósito de mitigarlos efectos del cambio climático. Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes alternativas de energía es ya una cuestión de seguridad para los europeos.
América Latina y el Caribe, una de las regiones del mundo que más está padeciendo los efectos del cambio climático, concentra un 56% de los recursos mundiales de litio en el triángulo formado por Argentina, Bolivia y Chile, y se calcula que puede producir un 12% del hidrógeno renovable que será requerido en el 2050. También destaca por su producción de energía eólica y solar, que en algunos países tiene un peso decisivo en el denominado mix energético y es líder mundial en la disponibilidad de agua dulce y masa forestal. Por último, la OCDE estima que la transición verde podría generar en los países latinoamericanos un incremento de un 10,5% del empleo de aquí al 2030.
Energía, digitalización y justicia, los tres ejes de la cooperación
Por todo ello, la transición verde es uno de los temas a abordar el lunes y el martes en Bruselas por los jefes de Estado y de Gobierno de Europa y la Celac, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños. Muchas son las expectativas puestas en este encuentro que, de manera incomprensible, se ha hecho esperar ocho años. El objetivo de esta cumbre es lograr impulsar la cooperación birregional y, para ello, se ha diseñado una agenda que se articula en torno a las tres transiciones necesarias: la verde, la digital y la transición justa. Las tres, íntimamente ligadas entre sí: un triángulo equilátero que exige igual atención en cada lado.
En la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) llevamos años siendo actores destacados de la cooperación entre la UE y Latinoamérica, incluso durante este largo periodo en el que no se ha producido un diálogo político al más alto nivel. La continuidad de la cooperación durante este tiempo es tan sólo una muestra de la vitalidad natural de las relaciones birregionales, que también se manifiesta en el ámbito social, cultural, empresarial, etcétera. No obstante, también apreciamos cómo el interés de la UE por América Latina ha ido decayendo en los últimos tiempos, y que la región tiene cada vez un peso menor en las prioridades y los presupuestos de las instituciones europeas.
Coincidiendo con mi llegada a la secretaría general de la OEI, Emilio Lamo de Espinosa, entonces presidente del Real Instituto Elcano, publicó un informe con el sugerente título de ¿Es América Latina parte de Occidente? Su conclusión es que Occidente camina sobre tres patas: la vieja Europa y las dos Américas, la del norte y la del sur. Cabe esperar que nuestros representantes políticos reconozcan que es más lo que nos une que lo que nos separa, tal y como hacemos millones de europeos y americanos cada día. Y que lo que nos une es aquello que realmente importa: una cultura, unos valores compartidos y una posibilidad de liderazgo global. Más aún en un escenario geopolítico tan inestable y peligroso como el actual, que ha demostrado el gran riesgo que conllevan las alianzas y las dependencias con quienes se rigen por principios distintos a los nuestros.
Aunque sabemos que las discrepancias van a tener una notable dosis de protagonismo esta semana en Bruselas, esperamos que ello no sea obstáculo para que se alcancen acuerdos que permitan diseñar una nueva agenda de cooperación para los próximos años y se recupere el impulso perdido que solo ha beneficiado a otros, como son Estados Unidos y China, que ven en nuestra región un escenario de competición para sus intereses extractivos y comerciales.
La OEI ha desarrollado importantes proyectos de cooperación birregional en materia científica, como han sido redes de investigadores con Forcyt y, más recientemente, Horizonte Europa en materia de transición energética birregional. Con ello aporta su experiencia como la más importante organización de cooperación iberoamericana, lo que nos permite afirmar que esta es un área de oportunidad extraordinaria para la UE y Latinoamérica: Europa tiene tecnología y ciencia y América Latina una emergente comunidad investigadora e ingentes recursos que harán que estas tecnologías funcionen y puedan proveer a nuestros ciudadanos, de ambas orillas del Atlántico, de energías limpias y asequibles.
En resumen: ganar-ganar para ambos. Nuestros peores enemigos son las retóricas cooperadoras reiteradas hasta la saciedad en redundantes declaraciones vacías de compromisos, así como los caducos modelos de cooperación Norte-Sur. Somos países en transición con vocación de competir globalmente en las tres transiciones propuestas en esta cumbre: verde, digital y justa. No será otra ocasión perdida si, al menos, concluye con una agenda de trabajo regular y conjunta para el futuro, sin tener que esperar otros ocho años hasta una próxima cumbre.
Secretario General de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI)