Por Nuevamente El Salvador despierta con una nueva ley, con un nombre lindísimo y es, a mí entender, lo que el mundo y sobre todo el país necesita: Cariño, aunque parece algo lejano a nuestros valores. Debemos esperar.
Cambiar protocolos que han regido la atención de la embarazada por décadas es necesario, pero con base científica, con estudios e investigaciones que respalden los nuevos protocolos y lo que la ley dicta. Y de repente se impone un cambio en la atención de la misma, donde dejan al médico amarrado en su talento, destreza y experiencia.
Todos los que ejercemos la profesión de la medicina sabemos que hay situaciones en la obstetricia que siguen siendo útiles y necesarias, como el tacto vaginal; con esta ley significa que todo está trazado. Pero debemos recordar que las parteras o comadronas -quienes atendían los partos en la comunidad- siguen existiendo, aunque se fueron relegando hasta hacerlas casi desaparecer. Ojalá que el parto comunitario no vuelva a ser el común denominador frente al parto hospitalario.
Sabemos que una complicación en la atención del parto o la cesárea constituye un enorme riesgo de muerte tanto materna como del recién nacido. Tristemente será la mujer salvadoreña la conejilla de Indias que, bien resignada, debe entender que de un día para otro todo cambió y que aquel médico que atenderá su parto tiene todas las restricciones habidas y por haber.
Me pregunto, ¿cuál es el objetivo final de la ley? Me cuesta entender que sea el beneficio del dúo madre-hijo; al contrario, se empezará a ver un aumento en la morbi-mortalidad materno-infantil. Lamentablemente todo se irá conociendo en el camino, no podemos criticar sino esperar y que sea esta ley el “cariño” que nuestros hijos necesitan y no se vaya a convertir o revertir en otra “Ley parche” que en vez de beneficio traerá luto y dolor al hogar salvadoreño.
No quiero entrar a señalar los “procedimientos prohibidos”, pues sería la de nunca acabar; sin embargo, debe ser la Sociedad de Ginecología y Obstetricia la mejor para dar o señalar lo bueno y lo malo, ya que será de gran ayuda la opinión de los que conocen el tema.
No quiero ni pensar en esas políticas impuestas por los organismos internacionales que rigen el mundo, como fue el caso de la esterilización de mujeres en Perú sin tener el consentimiento materno.
“Nacer con cariño” debería ser lo más normal del mundo; sin embargo, la realidad nos dice otra cosa: aquí el cariño que se trata de imponer en esta ley no deja de ser un título a todas luces, similares a lo que el gobierno señala y que, poco a poco, vemos que las cosas no pasan de una buena estrategia de publicidad.
¿Qué pasará cuando se deba realizar alguna actividad que conlleve un “procedimiento prohibido” como el tacto vaginal, enemas, restricciones de líquidos, episiotomías y otros? Nuevamente es el sector salud y todo el equipo que trabaja en la atención de un parto o de una cesárea quienes cargarán con el rigor de la ley, pues será el médico y la enfermera la parte de la pita que es la más débil que, sin lugar a dudas serán los responsables.
Tristemente el país atraviesa un momento difícil y poco a poco veo a colegas que por salvar una vida terminan en un tribunal y el desánimo es notorio, pero el buen médico no se deja acorralar, pues es imposible querer opacar al talento a diferencia de que el poco talento ni cuenta se da de sus acciones.
Deseo que todo traiga un beneficio para la madre-hijo y que, así como fue aprobada dicha ley, se les entregue el seguro de vida a todo el personal de salud que murió en primera línea, y que, a este momento no han recibido ni un centavo del seguro aprobado para sus familiares.
Médico.