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Contrasentido

Lo que estos hechos denotan -además de la afectación a la salud mental que todos sabemos se agravó con la pandemia- es la necesidad de ordenar la casa en atención a las leyes. No trastoquemos las cosas más de lo que han estado. No se puede hacer lo que a uno le viene en gana cuando se vive en sociedad. Son las autoridades las que tienen, antes que nadie, el deber de respetar y hacer respetar las leyes vigentes. Retorcerlas con rábulas y tinterillos como instrumentos no es lo adecuado.

Por Jorge Alejandro Castrillo
Psicólogo

Los salvadoreños estamos impactados por el vídeo que circuló profusamente en las redes sociales la semana pasada.  Grabado por un ciudadano anónimo, nos ha hecho reflexionar sobre diversos aspectos que llaman nuestra atención. Veamos.

Otrora, la lectura era el medio de comunicación social preferente y masivo. Sabemos que nuestra gente no lee mucho, ya hemos reflexionado al respecto en oportunidades anteriores. Pero casi todos en la actualidad portan teléfonos móviles, portátiles o celulares, como quiera usted llamarlos. Algunos más inteligentes que otros (los teléfonos, no sus portadores). Todos reproducen videos. El tiempo que se destina a ver los videos es mucho; en algunos casos, más que el destinado para el trabajo o el estudio. Confieso que, después de un rato de estar viendo videos tontos, me he escuchado decir: “Sí que son desocupadas algunas personas para pasar filmando estas cosas”. No he tenido ningún niño o borracho (que son los que siempre dicen la verdad) cerca para que me responda “más desocupado vos que perdés tiempo viéndolos”.

El vídeo en cuestión nos recuerda que pocas cosas pueden ser escondidas en la actualidad. No es que ese conductor atarantado estuviera interesado en pasar inadvertido, pero sí debe constituir un recordatorio para aquellos que no quieren que se conozcan las cosas incorrectas que hacen. Con la profusión de cámaras por todos lados, no es necesario que un periodista de oficio ande por los alrededores. Cualquiera puede filmarlo, subirlo a las redes y todos lo sabrán. Corolario uno: si no quiere que lo vean con los calzones abajo, es mejor andar con ellos bien puestos porque, en el momento en que se los baje, lo filman. Seguro. El morbo es poderoso aliño de las novedades.

Dos horas después que me enviaron el vídeo en comento, me llegó otra nota, en formato de noticia, informando que el sujeto era pariente de un alto funcionario estatal y que por tal motivo la policía no lo había capturado ni presentado o que, habiéndolo capturado lo había dejado ir sin consecuencias. Horas después, circulaba otra nota informando que la policía lo había capturado y apresado. No me tomé el trabajo de averiguar cuál era la verdadera. Corolario dos: la batalla de las redes sociales está montada. ¡Ay de aquellos que dejan que su criterio se forme únicamente a partir de notas que lee en su celular! Nunca sabrá si lo que lee es cierto o no.

Más importante es la consideración que nos lleva a la salud mental de nuestros compatriotas. Drogado, borracho, decepcionado de la vida. Muchas hipótesis he oído para explicar tan inaceptable comportamiento. Un inquisidor ingeniero me preguntó si no teníamos los psicólogos un índice sobre la salud mental de la población, así como los economistas tienen el PIB o el Gini, por ejemplo. “Nada me gustaría más” atiné a responderle, confesando con ello que no conozco de la existencia de un indicador semejante que informe con un solo dato de la salud mental de un grupo poblacional. Tenemos otros datos que nos acercan, incluso he comentado en estas mismas páginas de investigaciones que han logrado ordenar a los países en función de qué tan feliz es la gente que vive en ellos. Pero, evidentemente, un hecho de la naturaleza que acá se comenta, nos indica que esa persona no está funcionando mentalmente bien.

Tan preocupante como el vídeo mismo resultó el otro que subieron un par de días después, en el que aparecía otro coche que era conducido en sentido contrario en una vía que suele verse súper congestionada y que está diseñada para que se conduzca con rapidez. Los émulos o copycat, como llaman los detectives en las series televisivas a aquellos que imitan el modus operandi del pillo que perturba a la comunidad y al que andan persiguiendo. Por factores como éste es que los medios serios analizan editorialmente la información que propagan y difunden.

Sobre todas esas consideraciones, interesa resaltar el papel que deben jugar las autoridades a quienes compete enfrentar estos hechos. Independientemente de las motivaciones que puedan haber tenido quienes iban al volante de esos vehículos estos son dos casos en los que, obviamente, el bien común es superior al individual. Estas personas deben ser castigadas de conformidad a las leyes. Lo que estos hechos denotan -además de la afectación a la salud mental que todos sabemos se agravó con la pandemia- es la necesidad de ordenar la casa en atención a las leyes. No trastoquemos las cosas más de lo que han estado. No se puede hacer lo que a uno le viene en gana cuando se vive en sociedad. Son las autoridades las que tienen, antes que nadie, el deber de respetar y hacer respetar las leyes vigentes. Retorcerlas con rábulas y tinterillos como instrumentos no es lo adecuado. De lo contrario, ya todos sabemos que, si criamos cuervos, nos tocará repartir bastones y entrenar perros guías.

Psicólogo.

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