Garantizar una vida sana para todos exige un compromiso firme, donde los beneficios compensan los costos. Las personas sanas son la base de las economías saludables. Y es que, para el plano microeconómico, la salud habilita a las personas y las familias para alcanzar el progreso económico en el presente, y la seguridad económica en el futuro, constituyendo así la base de la productividad laboral y de la capacidad cognoscitiva, física y emocional de las personas.
Más allá de ello, a nivel macroeconómico, y tal como ocurre con el bienestar económico de cada familia, niveles adecuados de salud de la población constituyen un factor esencial para la reducción de la pobreza y la desigualdad, el crecimiento económico y el desarrollo humano del país.
Tener un buen estado de salud o no depende de multitud de factores. En ocasiones existen unos componentes hereditarios o genéticos que no son modificables, pero la mayoría de los factores de riesgo se pueden prevenir adoptando un estilo de vida saludable, entre lo que se puede mencionar llevar una dieta sana, buena higiene personal, realizar ejercicio de manera regular, evitar el consumo de sustancias toxicas como el tabaco, etc. Y es que, según la definición elaborada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la salud es un estado completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
No seguir o no poder seguir las recomendaciones de un estilo de vida saludable puede aumentar el riesgo de padecer enfermedades como las cardiovasculares, el cáncer, enfermedades infecciosas o enfermedades psiquiátricas como la depresión o la ansiedad, por lo que es importante mantener una vigilancia de la salud basada en el control y seguimiento de enfermedades transmisibles y no transmisibles.
Ahora bien, la Salud Pública, es responsabilidad estatal y ciudadana de protección de la salud como un derecho esencial, individual, colectivo y comunitario logrado en función de las condiciones de bienestar y calidad de vida. Esta se debe traducir como un aumento de la expectativa de vida, mediante la promoción de la salud, la prevención y el control de enfermedades, la protección de los alimentos y el saneamiento del ambiente. La salud pública debe ser un compromiso con la sociedad y con su ideal de salud, donde se requiere la actuación articulada entre los sectores públicos, privados y comunitarios para alcanzar el objetivo de crear condiciones que garanticen el bienestar integral y la calidad de vida. La salud publica también implica articular todas las actividades asociadas a la seguridad alimentaria: diagnóstico, producción primaria, plantas de beneficio, fabricación, transporte, venta de alimentos, garantizando que se implementen los controles de calidad pertinentes en cada actividad. Todas esas etapas exigen vigilancia, normas técnicas, legislación, inspección y comunicación social.
En el caso de los niños que son totalmente dependientes de sus familias y comunidades para satisfacer todas sus necesidades. El contexto de la familia establece la directriz de la trayectoria hacia la edad adulta y las condiciones de estructura de la familia, sus condiciones socioeconómicas y culturales tienen una influencia definitiva en el crecimiento, desarrollo, estado de salud y las oportunidades de educación del niño.
También se debe tomar en cuenta la planificación sanitaria la cual debe basarse en las necesidades de salud sentidas por la población y en su situación de salud, teniendo en cuenta que la salud obedece a múltiples causas y se ve influida por factores determinantes de índole socioeconómica y por factores biológicos relacionados con el medio ambiente, el estilo de vida y la organización de los servicios de salud. Más allá de ello, la salud constituye un bien público de vital importancia, pues es determinante del bienestar de una sociedad en su conjunto, constituyéndose junto con la educación, en una capacidad básica para la productividad, el crecimiento económico y el desarrollo humano.