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¿Esperanzas en el nuevo Hospital Rosales?

¿De qué sirve un flamante hospital nuevo con fachada impresionante que arrastra vicios de nosocomios antiguos? Al final de cuentas lo que importa al público usuario es que le resuelvan su problema, lo atiendan con eficiencia, no lo hagan perder todo el día, no lo obliguen a llevar muestras de laboratorio a las 5 de la mañana, haya existencia de insumos y medicinas, no le suspendan procedimientos quirúrgicos o de diagnóstico, no lo traten como si fuera un leproso, haya papel higiénico en los servicios, haya agua en los lavamanos, los servicios sanitarios funcionen, no lo obliguen hacer cola si no aguanta permanecer de pie, le den citas a lo sumo para dos o tres semanas, no lo tengan aguantando hambre en esperas prolongadas, no lo obliguen a recorrer enormes pasillos si tiene problemas para caminar y que las enfermeras lo atiendan y no pasen de largo como si no existieran.

Por Rodolfo Chang Peña |

Con frecuencia pacientes que reciben alguna prestación en los hospitales de la red pública se expresan negativamente, dicen por ejemplo que perdieron toda la mañana o todo el día, constantemente suspenden procedimientos por problemas de mantenimiento o falta de insumos,las citas son para 3 o más meses, tienen que comprar las medicinas, deben aguantar hambre y sed en Emergencia y muchas veces malos tratos en las insufribles colas, etc. No obstante, personas que acostumbran acudir al Hospital Rosales abrigan esperanzas que las cosas pudieran cambiar con la construcción y puesta en marcha del nuevo Hospital Rosales.

Conociendo la forma en que han venido funcionando los centros asistenciales públicos en el último medio siglo es poco probable que cambie el estado de cosas debido a la existencia de múltiples problemas prácticamente insolubles que vulneran la calidad de los servicios. Tal parece que no se toma en cuenta que el nuevo Rosales es un subsistema de un sistema mayor del cual forma parte y si este no cambia y mejora, difícilmente se espera un funcionamiento satisfactorio del primero. En otras palabras, es poco probable que el nuevo nosocomio modifique la modalidad tradicional de funcionamiento de los centros existentes.

En el medio salvadoreño ya nadie se asombra que los centros asistenciales sufran de presupuestos insuficientes que limitan el accionar, cobertura desconocida y seguramente sobregirada, zona de influencia indefinida, oferta de servicios avasallada por la demanda, objetivos específicos y generales desactualizados, escasez de recursos humanos en los diferentes niveles con la consiguiente sobrecarga en el resto del personal, problemas para el control de la contaminación e infecciones nosocomiales, común obsolescencia en el equipamiento de servicios de apoyo al diagnóstico y tratamiento, aprovisionamiento irregular de insumos y medicamentos, calamitoso mantenimiento de instalaciones, mobiliario y equipos médicos, escasez de instrumental, accesorios y piezas de recambio, escasa interacción positiva con el resto de establecimientos, productos intermedios y finales de calidad discutible, etc. etc.

Al decir de médicos en servicio social obligatorio se desconoce el “deber ser” porque se trabaja con las uñas haciendo de tripas corazón porque “se hace lo que se puede”.

Enclavado en una de las zonas más contaminadas por ruido, humo, polvillo, vibración por el paso de vehículos e inmerso en un descomunal congestionamiento de personas deambulando y automotores, conversando con algunos técnicos, el nuevo nosocomio dispone de componentes con dimensiones que no corresponden con un estricto nivel  tres de atención y operación. Más bien da la impresión que continuará atendiendo enfermos de una mescolanza de riesgos de la zona metropolitana y pacientes remitidos de hospitales del interior, sea porque no cumplen con los objetivos que les corresponden, sea porque descargan a la capital lo que no pueden atender por las habituales carencias.

¿De qué sirve un flamante hospital nuevo con fachada impresionante que arrastra vicios de nosocomios antiguos? Al final de cuentas lo que importa al público usuario es que le resuelvan su problema, lo atiendan con eficiencia, no lo hagan perder todo el día, no lo obliguen a llevar muestras de laboratorio a las 5 de la mañana, haya existencia de insumos y medicinas, no le suspendan procedimientos quirúrgicos o de diagnóstico, no lo traten como si fuera un leproso, haya papel higiénico en los servicios, haya agua en los lavamanos, los servicios sanitarios funcionen, no lo obliguen hacer cola si no aguanta permanecer de pie, le den citas a lo sumo para dos o tres semanas, no lo tengan aguantando hambre en esperas prolongadas, no lo obliguen a recorrer enormes pasillos si tiene problemas para caminar y que las enfermeras lo atiendan y no pasen de largo como si no existieran.

En realidad, si de verdad se desea mejorar la atención ambulatoria y hospitalaria el enfoque debe dirigirse al todo, es decir al sistema para que la corriente de mejoras pueda llegar a los subsistemas y naturalmente evitar la visión fragmentaria de escaso impacto. Mejorar el sistema naturalmente no es nada fácil por su arraigo y antigüedad pero es posible abordarlo, ante todo se requiere de voluntad genuina de hacer algo por la salud de los salvadoreños, buscar soluciones de fondo no parches ni medidas provisionales “para mientras”. El pretexto habitual para no hacer nada siempre ha sido la escasez de recursos aunque los hay para otras cosas.

Médico.

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