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Desde París: una relación tóxica

Estamos tan cegados por el amor y las promesas de felicidad que defendemos estas ideas que ni siquiera vienen de nosotros, que nos negamos a escuchar cualquier comentario que no sea favorable o apoye a nuestra pareja. Como consecuencia de esta adulación ciega, nos deja de controlar la razón y nos gobiernan los sentimientos en cada una de nuestras reacciones.

Por Marie Loup |

todos hemos experimentado una relación amorosa que pensábamos era perfecta, pero que resultó ser tóxica... solo nos costó darnos cuenta. En este artículo proponemos una guía básica para poder identificar este tipo de relación para los salvadoreños, ¡antes que sea demasiado tarde!

El inicio de una relación tóxica siempre es igual. Esta persona “perfecta” que acabamos de conocer y de la que no sabemos mucho nos promete todo lo que siempre quisimos. Entre esas promesas podemos citar, por ejemplo, que nunca va a dejar que nada nos pase - eliminando la inseguridad de una vez por todas-, que nos va a proteger de nuestros ex que nos dañaron, nos engañaron y nos robaron -eliminando la corrupción de los partidos tradicionales- y claro, que va a mejorar nuestras condiciones de vida y ayudarnos a salir adelante -promesas de empleo, de desarrollo económico...-. Esta persona nos dice todo lo que queremos oír y se apoya en nuestro trauma pasado para convencernos que vino a “salvarnos”.

Resultado de esta primera etapa, nos enamoramos perdidamente. Sin embargo, poco a poco, empezamos a oír comentarios de nuestro círculo cercano criticando a nuestro enamorado. No entendemos estas críticas y terminamos defendiendo a capa y espada todas las acciones, comentarios y pensamientos de nuestro “salvador”, incluso aquellos sobre los que no estamos 100% de acuerdo o no entendemos -introducción de la fuerza armada a la Asamblea-.

Estamos tan cegados por el amor y las promesas de felicidad que defendemos estas ideas que ni siquiera vienen de nosotros, que nos negamos a escuchar cualquier comentario que no sea favorable o apoye a nuestra pareja. Como consecuencia de esta adulación ciega, nos deja de controlar la razón y nos gobiernan los sentimientos en cada una de nuestras reacciones.

Pero, aún sin las opiniones de los demás, empezamos a identificar comportamientos que nos alarman en nuestra pareja: nos damos cuenta de que impone medidas para deshacerse de sus críticos -ataca y amenaza a la prensa independiente-, toma decisiones que nos parecen excesivas y que incluso comienzan a afectar injustamente a nuestros antes amigos -arrestos arbitrarios e injustificados-, y sobre todo, no vemos que nuestra vida mejore -seguimos sin tener medicamentos, sin tener mejores escuelas, todo es más caro y no nos alcanza, el transporte público no ha mejorado, las calles siguen destruidas, tenemos miedo a no tener pensiones...-.

Nuestra pareja nos pide que no la cuestionemos, que confiemos en ella y que no pensemos en nada... que pensar y darle vuelta a problemas que no importan –el Estado de derecho, la independencia de las instituciones, la transparencia- es lo que nos mantiene infelices... En ese momento, aún si nos cuestionamos nuestra relación, tenemos miedo de terminarla, de estar solos o peor aún, de volver a lo que teníamos antes - un sistema dominado por el bipartidismo-.

Buscamos entonces todas las excusas posibles: nos decimos a nosotros mismos que “bueno, todos tenemos defectos, que no vamos a encontrar a alguien perfecto...”. Además, nuestra pareja nos asegura que jamás vamos a encontrar a alguien mejor... Y ya, con estas justificaciones en mente, decidimos seguir nuestra vida como si nada, nos conformamos.

La relación sigue y aunque nuestra pareja no resuelve ninguno de nuestros problemas, se contenta con hacer pequeñas acciones para que sigamos teniendo esperanza y creyendo en sus promesas -nos da un bono de $300 cuando llegamos a una situación de precariedad insostenible-. Nos convencemos de que estos detalles son suficientes y que el esfuerzo es enorme, ya que nadie había hecho algo así por nosotros antes...

Pero la farsa se cae. Nos damos cuenta de que todo este tiempo nuestra “pareja ideal” estuvo trabajando con nuestros ex -los miembros del gabinete presidencial son los mismos de siempre -; que, para darnos ese dinero, el “elegido” vino y lo sacó de nuestra propia billetera sin que nos diéramos cuenta -nuestros impuestos- e incluso, que usó el poco dinero que teníamos para cumplir sus proprios sueños y no los nuestros -invertir las pensiones del pueblo en Bitcoin-. Las “red flags” se vuelven claras, el velo que nos cubría los ojos desaparece....

Lastimosamente, estábamos tan apegados a esta persona que ya prometimos casarnos para siempre con ella, ya nos aseguramos de que se pueda quedar en nuestra vida indefinidamente -aceptando la reelección presidencial-. ¿Y ahora qué? ¿Cómo salimos de esta relación tóxica?

La única solución: seamos valientes y digámosle NO a nuestro “elegido” el día de las elecciones, quiero decir, el día de la boda.

Estudiante del Instituto de Ciencias Políticas de París (Sciences Po)

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Delitos Contra La Constitución Opinión Reelección

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