El 26 de julio pasado, un golpe de Estado ocurrió en Níger, país de África Occidental. El presidente Mohamed Bazoum fue derrocado por el general Abdurahmane Tchiani, el jefe de la guardia presidencial. Desde entonces, el poder golpista se refuerza, a pesar de las posiciones de la Comunidad Económica de los Estados de África del Oeste (CEDEAO) y de países como los Estados unidos y Francia, que suspendieron su ayuda al desarrollo y presentes con bases militares.
Níger ha vuelto como el revelador de las metas estratégicas en África, en medio de relaciones internacionales bajo tensiones tanto como de los cambios de las sociedades, con una juventud que quiere cambios.
Sucede mientras la situación está estancada en Níger, país clave en esta parte del mundo que parece a la vez a la deriva y redefiniéndose. El punto de partida han sido actos políticos en Níger tanto como en la región: con Malí, después de dos golpes de Estado que llevaron al poder al coronel Assimi Goïta en 2020, el cambio de rumbo de alianzas ha sido drástico. El aliado tradicional, el ejército francés presente en el marco de un dispositivo regional de lucha contra los grupos armados jihadistas, se retiró del país; 58 de sus soldados murieron en el Sahel. Fueron decenios los soldados del Chad.
Bien lejos parecen las imágenes de la alegría popular en Timbuctu tanto como Bamako en Malí, en 2013, después de una intervención militar francesa llamada "Serval", parar el avance de los jihadistas. El entonces presidente francés, François Hollande, afirmó, viendo la multitud, que se "vivía el día mas lindo de su vida política". Desde entonces, el esquema se repitió en Guinea en 2021, en Burkina Faso en 2022, y ahora en Níger.
Cada golpe está inclinado a denunciar la presencia francesa y de los aliados (la ruptura con la Misión de las Naciones Unidas en Malí esta consumada desde hace un mes), tanto africanos tanto como europeos o americanos. Un discurso anti-colonial está asociado a las nuevas orientaciones definidas por países involucrados, encontrando un cierto eco en poblaciones, sobre todo urbanas y jóvenes. Los países africanos aliados están considerados como "colaboracionistas". Ahora bien, este medio ambiente populista arbitrario agita el concepto de una "independencia contemporánea", se asocia a un juego internacional en el cual aparece un actor en el centro de la realidad de seguridad presente: el grupo ruso Wagner.
Después de haberse implantado en la República Centroafricana a partir de 2018, ganando espacio en todos los sectores de la sociedad y ofreciendo protección a las autoridades nacionales, emergió en Malí. Ha sido el primer punto clave tomando en cuenta la fuerza del enlace con Francia. Desde 2013, a través de la operación "Serval" y luego "Barkhane", Francia y aliados (como el Chad, Senegal o Costa de Marfil) emprendieron una acción militar durante 10 años. La base atrás está establecida en Níger : "Los resultados tácticos" con la caída de unos jefes de los grupos jihadistas, han sido reales.
Pero, ¿cuál fue la estrategia? Francia desde hace años pareció "arrepentirse" de una relación privilegiada con una parte de África, con los países del oeste y centro. La fórmula "Franciafrica", al pasar de los años, en lugar de ser una prueba de confianza, solidaridad, pareció como un aspecto impuesto y opresivo. Es olvidar la cooperación a la vez bilateral tanto como a través de la Unión Europea, el apoyo con los organismos financieros internacionales, las consecuencias para los países involucrados de "las remesas" de las poblaciones establecidas en Europa en general, en Francia en el particular (más de 5 millones). Ahora por cierto, desde hace 20 años, la llegada de nuevos países como China, la numeración societal, a una nueva forma de guerra de influencia a través de los medios digitales, constituyeron elementos de cambios progresivos, inscribiéndose en un marco internacional.
Inestabilidad en la gobernabilidad, una atractividad francesa menos fuerte, una oferta alternativa, tanto aspectos que han nutrido y acompañando la redefinición del mapa regional. Los puntos de fricciones van sobre la forma, los nuevos regímenes surgidos de golpes, tanto como sobre las alianzas que surgen no más los regímenes golpistas se instalan.
El tema de las migraciones es importante para ellos, tanto como la estabilidad de sus fronteras. La intervención en Libia en 2011 generó una estabilización en la región. Los estados de África del Norte no quieren que se repita dicha situación. Desde ahora, Argelia declaró su desacuerdo en cuanto a una supuesta intervención militar en Níger, que fue examinada últimamente por los países de la CEDEAO, declaraciones bélicas del Malí y de Burkina Faso, y firmes de partes de París tanto como de Washington. Pero, la sensibilidad del tema, la reacción de las poblaciones, el riesgo estratégico con un país proveedor de uranio pone aún más compleja la crisis.
¿Qué pasara con Nigeria, Camerún que luchan desde años contra grupo jihadistias como Boko Haram? ¿Será amenaza la Costa de Marfil, orgullosa de su imagen restablecida de "elefante de la región" ? ¿Y qué decir del Senegal que tendrá elecciones presidenciales el año próximo?
Níger reveló que se está jugando un la región del Sahara, en un arco que corre del Malí hasta Níger hoy en día, quizás el Sudán, en plena guerra entre grupos militares internamente desde meses. El potencial explosivo para el sistema de seguridad económica vigente es enorme. Si unos pueden afirmar, suavemente, que se está redefiniendo un esquema político otorgando una nueva libertad a países independientes, no debemos ser ingenuos: se está jugando nuevas influencias internacionales, en favor de una visión alternativa, jugando entonces más en favor de Rusia en plena guerra en Ucrania y tensiones sobre el sistema de equilibrio mundial.
Níger se convierte en el punto de partida inflamable en el continente africano, y para las relaciones internacionales contemporáneas puesta a prueba de las tensiones generadas por la guerra en Ucrania.
Politólogo francés y especialistas en temas internacionales