La Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe está por cumplir cuarenta años en la defensa y promoción de la salud integral de las mujeres y las niñas en la región de América Latina y el Caribe.
Desde los años Setenta y Ochenta, en una región llena de dictaduras y totalitarismos, se articuló en el Primer Encuentro Regional de Salud de las Mujeres del año 1984, donde se creó la Red por decisión de 60 grupos de mujeres.
En ese encuentro se planteó crear “una instancia de coordinación regional que cohesionara las actividades de los grupos en torno a la salud y los derechos de las mujeres y el mejoramiento de su calidad de vida”. Fijando los derechos sexuales y derechos reproductivos como una prioridad.
Esta fecha nos encuentra, por un lado, con la fortaleza de reconocer la importancia de nuestro movimiento, que hoy florece en la región y cuyos logros y símbolos de resistencia son percibidos en el mundo entero.
Por otro, en alerta frente a un contexto hostil con la arremetida de grupos fundamentalistas que, amparados por el gran capital, hacen presencia en espacios multilaterales donde se discuten y aprueban tratados internacionales donde los estados se comprometen y garantizan los derechos de las mujeres, derecho a la autonomía y el derecho a la salud integral.
Vale la pena hacer una retrospectiva de los hitos del movimiento por la salud de las mujeres como una estrategia de cohesión para reconocer nuestras luchas, trabajo y fortaleza en momentos de gran complejidad y riesgo.
En Río de Janeiro en 1992 durante la Conferencia sobre Medio Ambiente, donde se confrontó a los demógrafos sobre los derechos reproductivos y el desarrollo. En Viena, en 1993, donde logramos que las violencias contra las mujeres se reconocieran como una violación a los derechos humanos durante la Conferencia Internacional de Derechos Humanos.
En Cairo en 1994, definiendo una agenda enfocada en políticas de población, el embarazo adolescente, el VIH/SIDA en las mujeres, el aborto y la salud integral más allá de la salud materna o como en la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijín, en 1995, en las agendas de desarrollo sostenible desde el año 2000 hasta la fecha.
También nuestra incidencia a través del monitoreo y la evidencia en conferencias regionales sobre la mujer, sobre población y desarrollo y en la OEA. Obteniendo avances como la Convención Belem do Pará y el Consenso de Montevideo.
A ninguno de esos lugares fuimos invitadas, logramos cambiar el paradigma desde el concepto de “control de la natalidad” y de “planificación familiar” hacia el concepto de “derechos sexuales y derechos reproductivos”, así como poner en la agenda internacional, el derecho al aborto como un tema de salud pública y de derechos humanos de las mujeres.
Todas estas conquistas no serían realidad sin el trabajo de organizaciones nacionales que han usado herramientas, convirtiéndolas en políticas públicas, modificando protocolos de atención, códigos penales y que hoy podamos hablar de feminicidio, violencia obstétrica, virus del papiloma humano, de la despenalización del aborto y de la feminización del cuidado.
Nuestras conquistas están amenazadas. En un contexto postpandémico, de crisis económica, de persecución de las defensoras, de arrebato de las violencias y las desigualdades, reafirmamos nuestro compromiso con la agenda de la salud integral de las mujeres y niñas.
Entendemos la salud de las mujeres como un acto de resistencia. La salud no solamente como un enunciado, sino como un elemento integrador que, constituye una transgresión al patriarcado: no solo nos queremos vivas, también nos queremos sanas. Sin la salud vista de una manera integral, esto será imposible.
Abogada y defensora de derechos humanos.