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Dr. Mario Sol Nerio, recordado maestro pediatra

A nosotros los estudiantes entre otras tareas nos correspondía pasar la visita a los niños internados junto a los maestros pediatras; sin embargo, pasábamos la mayor parte del tiempo laborando a la par de los residentes y del maestro Sol Nerio. Este último era un pediatra experimentado que hizo sus estudios profesionales y de especialización en México que sin proponérselo denotaba resabios de la cultura mexicana.

Por Rodolfo Chang Peña |

Como la mayoría de los pediatras y demás especialistas laboraban solamente por la mañana ya que dedicaban la tarde a su clientela privada el funcionamiento del Hospital Benjamín Bloom, después de las dos de la tarde, quedaba prácticamente en manos de los médicos residentes y estudiantes de los últimos años. No estoy seguro pero a principios de 1964 era el jefe de los médicos residentes el Dr. Mario Sol Nerio y entre los residentes recuerdo a los doctores Edmundo Ávalos, Mauricio Castro Laguardia, Roberto Flores Hidalgo y otros. El que esto escribe formaba parte del grupo de 6° año en internado rotatorio, por cierto compartía habitación en Casa de Médicos con Miguel Sáenz Varela y José Miró Llort, este último formado en España estaba cumpliendo requisitos de incorporación.


A nosotros los estudiantes entre otras tareas nos correspondía pasar la visita a los niños internados junto a los maestros pediatras; sin embargo, pasábamos la mayor parte del tiempo laborando a la par de los residentes y del maestro Sol Nerio. Este último era un pediatra experimentado que hizo sus estudios profesionales y de especialización en México que sin proponérselo denotaba resabios de la cultura mexicana. De estatura mas baja del promedio, mas fornido que obeso, de caminar garboso y alegre, calvicie incipiente, ojos vivaces, bigote recortado, risa contagiosa, comunicativo, amigo de todos, le caracterizaba su buen humor y la indumentaria de riguroso blanco de pies a cabeza.


El Hospital Bloom en 1964 atendía de todo no solo pacientes referidos de los hospitales del interior y unidades de salud también niños traídos por sus padres al Servicio de Emergencia. Abundaban los procesos infecciosos de vías respiratorias y las diarreas con deshidratación aunque no faltaban las neumonías, bronconeumonías, meningitis, cuerpos extraños, etc. Cuando estábamos de turno y la enfermera nos llamaba a Casa de Médicos para atender una emergencia era común que al llegar siempre se nos anticipaba el maestro Sol Nerio, lo encontrábamos agachado examinando al infante en plena faena que aprovechaba para darnos consejos sobre como llegar al diagnostico, plan de tratamiento, como hablar con los padres, etc. Sol Nerio era el pediatra que mas veíamos por la tarde, noche, madrugada y fines de semana. Usualmente trabajaba en equipo con los médicos residentes y estudiantes y era notable su entrega, capacidad de trabajo, perseverancia y sentido humanitario. Con nosotros los estudiantes era paciente y comprensivo y hasta intercalaba bromas cuando nos transmitía sus conocimientos y experiencias.


El Dr. Sol Nerio no sólo escribía indicaciones en el expediente clínico, también asesoraba al personal de apoyo y en el nivel operativo era cosa corriente verlo a la par de la enfermera o estudiante luchando por coger y canalizar una vena en los pequeños pacientes. Por cierto muy hábil para realizar este procedimiento que muchas veces salvaba vidas. En realidad competía con una experta enfermera que también era diestra para canalizarlas aún cuando fueran muy finas y escurridizas. En los comentarios de corredores se decía que cuando al menos uno de ellos estaba de turno nunca había necesidad de disecar venas.


Sol Nerio nos recomendaba andar siempre en el bolsillo de las gabachas una libreta pequeña con anotaciones importantes como valores pediátricos normales, dosificaciones de medicamentos por kilogramo de peso, requerimientos diarios de nutrientes, composición de los diferentes tipos de sueros, etc. Nos aseguraba que era muy útil tener a la mano estas referencias y predicaba con el ejemplo porque él también andaba con su libretita que la llamaba su “tumbaburros” o “amansaburros”. Decía sin dejar de sonreír que esos datos los defendía con el pecho, porque la libreta la portaba siempre en el bolsillo izquierdo de la gabacha.


Eran valiosas sus enseñanzas sobre la lactancia materna, la hidratación oral y parenteral, la reposición de electrolitos y los diferentes tipos de sueros, consideraba el agua de coco como un hidratante natural que recomendaba a las madres en caso de diarrea de sus hijos, que en caso de emergencia al no disponer de las soluciones parenterales establecidas en el protocolo al menos se debía canalizar una vena e iniciar el tratamiento con suero dextrosado, etc. Fruto de su inventiva creó una nueva solución con electrolitos parecida al Ringer que patentó y después empezó a fabricar y producir Laboratorio IQSA.


Un día que realizábamos practicas en la consulta externa Silvia Castellanos, Ana Vidnia Diaz Pineda, Ricardo Castro de la Cotera, Enrique Flores Diaz y el que esto escribe, al desconocer el Cuadro Básico de Medicamentos en uso, el compañero Flores Diaz preguntó al Dr. Sol Nerio: “¿Y qué le puedo prescribir a este niño con anemia ferropriva? Y de inmediato le replicó con el típico acento mexicano: “¡Lo que tú quieras, mano, porque de todas maneras no hay en farmacia!”

Médico.

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Historia Salvadoreña Medicina Opinión Salud

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