¿Cómo hablar de política? Pienso que debería implementarse como una nueva clase en la malla curricular. Por supuesto, dicha idea me ha surgido con el afán egoísta de evitar situaciones penosas, en las que me encuentro constantemente al tener conversaciones donde mis contrapartes funden sus argumentos alegando que el gobierno actual (refiriéndose únicamente al presidente) ha hecho más en tres años que el FMLN en diez. En ningún momento pretendo invalidar dichas opiniones y, siempre con el respeto que cada persona merece, respondo con el comentario: no se trata de lo que hace, sino de la manera en que se hace.
El fin no puede justificar los medios, mucho menos en decisiones que afectan a todo un país. De ser así, se corre el riesgo de crear un precedente que, al final, se termine convirtiendo en la regla general de cómo hacer las cosas.
El gobierno actual se ha caracterizado, desde un primer momento, por ser un gobierno populista. El populismo, desde una perspectiva peyorativa, se entiende como el uso de medidas de gobierno populares destinadas a ganar la simpatía de la población, particularmente si esta posee derecho a voto, aún a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. Entonces, es claro que gobernar desde el populismo durante los últimos dos años y ocho meses ha desenvuelto un grado de estupor por parte de los habitantes y oficialistas para con el actual presidente, lo cual conlleva el grave riesgo de cumplir a ojos cerrados cada decisión política que se toma.
Sin embargo, siempre es imprescindible cuestionar lo que hay detrás de esas decisiones, porque, más allá de los cambios o mejoras que generan, éstas deben adoptarse con el debido respeto a las leyes; de lo contrario, estas últimas se convierten en letra muerta. Cada decisión que se toma tiene consecuencias, buenas o malas; por ello, debe existir un fundamento detrás que ampare el cambio que se pretende hacer, lo rentable que es en el tiempo y si las ganancias que genera hoy no serán las pérdidas de mañana. Como dijo Grondona: “El populismo ama tanto a los pobres que los multiplica”.
Por otra parte, no es factible que el gobierno (los tres Órganos del Estado) basen su premisa en que el pueblo los eligió democráticamente, ya que la principal razón de ello fue porque se presentaron como una mejor alternativa a las que existían. Las deficientes administraciones de Gobiernos anteriores dejaron sin más opción a la población que elegir una nueva vía (de escape), que desde el primer momento se presentó como una diferente al resto, ganando, desde ahí, la simpatía popular. Esto ha llevado a las personas a formular un sentimiento de progreso en el país, ya que hemos pasado de administraciones cuasi ausentes durante su período, a una que en poco tiempo ha desarrollado estrategias de marketing para hacer que las personas noten su presencia.
No culpo a la población por pensar en el progreso o a los políticos por gobernar con medidas populistas, ni tampoco culpo a Gobiernos pasados que dejaron sin muchas opciones. Las decisiones que han llevado a la coyuntura política-social que enfrenta nuestro país actualmente son una realidad, pero ello no significa que surgieron con el proceso legalmente configurado, respetando las bases de nuestra democracia y Constitución. Por tanto, seguir las reglas al pie de la letra carece de sentido si su origen fue rompiendo las que existían.
Estudiante de Ciencias Jurídicas
Club de Opinión Política Estudiantil (COPE)