Al medio de las resplandecientes llanuras del reino de Akala, Eva Stella y yo –Indra— quedamos deslumbrados por la voz de la deidad, diciendo nuestros nombres acácicos: El mío “Indra” -“hijo del oriente”- y el de ella “Karuna” –“la gracia celeste”. Vimos hacia atrás sin recordar nada del ayer. Todo se había borrado en nuestra memoria e historia. “Asrnti” –“el divino olvido”— nos había llevado a la entidad viviente de nuestra real naturaleza (atman). Ciertamente habíamos muerto junto a los últimos expedicionarios terrestres. “Pranashati -la destrucción total de todo lo existente- es la muerte espiritual, causada por el olvido de dios” –decían los textos antiguos que encontré sobre la arena. No recordé quién los había dejado conmigo. “Es nuestro renacer desde el eterno sueño” –dije a mi amada Karuna. Junto al Libro de la Vida encontré una nota escrita a mano que decía: “He de morir. Yo fui quien trajo consigo el mortal virus para abortar la expedición, por una conspiración terrestre. Perdonen mis cenizas: La Salle”. Un ventarrón las esparció sobre la llanura. “Hechos de polvo cósmico, volveremos a él” –dije en silencio. (XXVIII) <“Éxodo del Sapiens Estelar al Universo” C.Balaguer-Amazon)>