“Hemos cruzado otro umbral de este planeta detenido en el tiempo”, dije a Stella cuando vimos -desde la distancia- cómo desaparecía la colonia de expedicionarios, de la que habíamos escapado. “Estamos solos ante el Universo”, dijo atemorizada la astrofísica. “O quizá el universo ha quedado solo –reparé-. Recuerda que somos uno mismo con él. No nos debe aterrorizar la soledad de nacer o morir. Al fin y al cabo, solos venimos a la vida y solos nos iremos. La misma desnudez de nacer llevaremos al morir. Somos la desnuda ilusión que surge de la nada y desaparece en la misma. Sólo es nuestro un instante en el día infinito del cosmos.” Entonces oímos un rumor de risas a lo lejos. “¡Son nuestras mismas voces!”, exclamó Estella, viendo a la distancia. “Somos nosotros, burlándonos de la nada y riéndonos de la felicidad. La que –igualmente— es parte del mismo sueño que somos.” Entonces fuimos hasta allá, a encontrarnos con nosotros mismos: siluetas de niebla e inmortalidad. “¿Ves, amada? Somos tú y yo”, agregué. Fue cuando nuestro espejismo se volvió a vernos. Entonces dejamos de reír, como si el silencio nos cerrara la boca. (XIX) <“Éxodo del Sapiens Estelar al Universo” C.Balaguer-Amazon)>