Cuando quedes a solas -distante del bullicio y la lujuria de la Historia- trata de escuchar la voz del silencio que surge de tus profundidades. “Donde las palabras fallan, la música habla” expresó en su tiempo Hans Christian Andersen. Cuando el mundo calla es el silencio quien nos habla. A veces al oído, en otras al corazón. El vacío, por su parte, nos hace ver el esplendor de lo invisible, creado por nuestra imaginación o nuestro anhelo más íntimo. Muchos somos habitantes del reino de la soledad. Allá donde los sueños, el amor, las ilusiones y la belleza de la creación no tienen precio. Allá donde decimos adiós y no sabemos a quién. Entre uno de mis apuntes de viaje encontré algo de muchos años atrás. Aspirante de poeta ya olvidé- a quién escribí estos versos: “Cuando me digas adiós, déjame intacta tu risa/ Déjame intacto el recuerdo aunque lo borre una brisa/ Cual perfume de jazmín, déjalo dentro de mí/ Deja que diga el silencio nuestras promesas de amor/ aunque le calle boca el tiempo que ya pasó/ Déjame intacto el deseo para volverte a encontrar/ Escondida en mis entrañas para nunca te olvidar/ Deja intacto mi dolor que me enseñara a ser fuerte/ Deja que juegue mi suerte. ¡Que juegue con mi destino!/ Tan sólo deja el camino para que busque tus huellas/ que allá en las altas montañas te encontraré en las estrellas.” <“El Espantapájaros sin Paraíso” C. Balaguer-Amazon>