Hace algunos años conocí a una persona quien me solicitó que le explicara como escribir. Y la única respuesta que podía darle en ese momento fue: “Para escribir bien se tiene que leer en libros de papel el doble”. Ahora quiero agregar también que leer en un libro impreso blanco con letritas de color oscuro es la única manera que tenemos para aprender a abrir nuestra mente a la comprensión escrita, la imaginación, la innovación y la inventiva. No hay película, ni videos de YouTube, ni ningún material audiovisual que te enseñe a escribir si no lees.
En el 2018, Hannah Natanson, del Washington Post, escribió que en Estados Unidos, el 82% de todos los jóvenes de doceavo grado de secundaria no leía un tan solo libro impreso durante el día, pero pasaban todo su tiempo de ocio conectados a Instagram, YouTube, Twitter, WhatsApp, juegos de video, o enganchados en cualquier tipo de plataforma de media digital por Internet. Natanson, cita también a Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad Estatal de San Diego: “La falta de lectura de libros impresos por el propio gusto de los estudiantes en sus tiempos de ocio está generando problemas”. “Leer textos largos como libros y artículos de revistas es muy importante para comprender ideas complejas y desarrollar habilidades de pensamiento crítico. También es una práctica excelente para los estudiantes que van a ir a la universidad”.
Ahora bien, me permito agregar lo siguiente. Cuatro años después, estos estudiantes de secundaria que pasaban todo el tiempo texteando, o usando pantallas de dispositivos móviles en un promedio de 6 horas al día ya están por graduarse de la universidad, o algunos ya han comenzado su primer trabajo a tiempo completo este año. Y tal cual se podía predecir, estos nuevos profesionales están mostrando dificultades serias de concentración, están faltando a los estándares mínimos de expectativas requeridas en la estructura mental para escribir bien, están cometiendo errores gravísimos y fuera de toda lógica en la conformación de priorización de ideas, y además son dependientes al grado de adicción sistemática a Google para ofrecer respuestas a cualquier tipo de cuestionamiento que se les hace en equipos de trabajo. Lo más duro es que los nuevos profesionales no pueden o no saben escribir, muy a pesar de que utilizan aplicaciones digitales que les revisan sus oraciones y frases. Todos estos indicadores, no solo alarman a sus jefes o managers en el ámbito profesional; sino que también les pone en desventaja al largo plazo, ya que en la actualidad se está llegando a la conclusión que antes de proceder, urge corregir el daño en su cerebro, con el fin de que puedan aprender lo que han perdido.
Cuatro años después estamos en una situación muy complicada, ya que se confirma todo lo que se estaba pronosticando en el 2018: tenemos a toda una generación de adultos jóvenes que no sabe leer, y por lo tanto tampoco puede escribir bien.
¿Cuál es la solución a esta problemática? Honestamente, lo único que se me ocurre es lo siguiente. Quitarnos los Smartphones y darnos a todos un teléfono móvil básico como el que ocupábamos en los años 90s. La cura a un mal tan grave es sanando a la sociedad entera de la adicción a las tecnologías y enseñarles a estos jóvenes para que empiecen de nuevo a enamorarse de la lectura en libros, y que formen el hábito de hacerlo a diario. La lectura no es opcional, es imprescindible.