A través del largo viaje por las aguas de Olín, un lazo de hermandad unió de pronto a Ira y a Kania. Ira -la parca- sabía delos sueños de Kania y creía en ellos, porque ella es quien guarda los sueños perdidos de los hombres... Antes de llevar al arquero hasta el puerto de Sheva —al otro lado del torrente— Ira lo invitó a conocer su reino, a pedido del encantador de sierpes. “Muéstrame tu reino, Señor del destino y de todo lo que termina. Pues para llegar a la otra orilla de la vida, tengo que atravesarte muerte, de la misma forma que atravesando la locura se llega a la razón y cruzando las tinieblas conquistamos el claro amanecer. Dime quién eres, Señor de todo lo perdido, hermana y amiga muerte...” Fue así como el cazador de montañas conoció el reino de Ira, el más dulce de este mundo. Porque en él vivían todas las cosas felices que no pudieron ser, así como los sueños que no llegaron a despertar. Ira era el ser más bondadoso y gentil que nadie antes conoció. Apartaba a los hombres del dolor de vivir. Aunque su condena era segar la espiga madura y cortar los lazos que encadenan el alma al mundo ilusorio y fugaz del Samsara. Ese disperso arenal que es el desierto de la vida. Inmensurable mar de arena, donde navegan algarete los navíos humanos en el naufragio de su suerte. Algunos de ellos esperando cada día que Ira les aparte del tormento o les arrebate la última perdida esperanza. (LV) <de “La Esfinge Desnuda” -C.B.>
"Ira" el que guarda los sueños perdidos
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