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Buen uso de los millones gastados en propaganda

Ya que el Confeso Dictador tiene tan alta popularidad y sus seguidores se tirarían de cabeza desde un acantilado, si él se los ordena, debería usar esas ventajas para promover la cultura de la limpieza. Ya se sabe que un país limpio no es aquel que más se barre, sino el que no se ensucia.

Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

Las recientes lluvias dejaron múltiples estragos y pérdidas económicas cuantiosas. Como siempre, gobierno y gobernados echamos la culpabilidad en otros (el cambio climático, el desinterés de “los mismos de siempre”, etc.) mientras nosotros somos las pobrecitas víctimas.

¡No! Gobierno y gobernados somos culpables de los males que nos azotan. Comencemos por los gobernados.

Somos sucios, punto. Nuestro país es bello, si logramos hacer el trabajo mental de descubrirlo debajo de los promontorios de basura que encontramos en las ciudades, carreteras, campiña, volcanes, playas, riberas de los ríos y cuanto sitio agradable existe en El Salvador. Pareciera que el tirar basura en todas partes, el ser sucios, estuviera en nuestro ADN. Un pequeñísimo ejemplo: comemos a todas horas, tirando al lado bolsas plásticas, envases, platos desechables, lo que sea. Después, el vecino a quien le amontonaron esa basura frente a su casa o negocio, limpia diligentemente, arrojando todo en el tragante más próximo, orgulloso de su limpieza. Y cuando llegan las lluvias, nos sorprenden los daños causados por su intensidad y frecuencia, como si ignorásemos que vivimos en el trópico y que lo usual es tener temporadas de lluvias gigantescas, intercaladas con estaciones de lluvias escasas. Entonces, no pongamos caras de idiotas ante el clima: preparémonos para cualquier eventualidad. Las inundaciones pueden aminorarse siendo limpios.

Y es aquí donde culpo a los gobernantes. Primero, porque ya llevan 3 años en el poder absoluto y siguen culpando a los anteriores. No se vale. Hagan bien su trabajo y remedien lo que esté mal. Y luego, porque gastan infinidad de millones de dólares haciéndose propaganda (generalmente mentirosa), cuando invirtiendo eso mismo en campañas de educación a la población, lograríamos iniciar el camino al desarrollo, cuyo primer paso consiste en orden y limpieza, en todos los ámbitos. Por ahora, centrémonos solamente en lograr un país libre de basura y con un mínimo de orden.

Ya que el Confeso Dictador tiene tan alta popularidad y sus seguidores se tirarían de cabeza desde un acantilado, si él se los ordena, debería usar esas ventajas para promover la cultura de la limpieza. Ya se sabe que un país limpio no es aquel que más se barre, sino el que no se ensucia. Cualquier ama de casa practica esa máxima automáticamente. ¿Por qué, entonces, no inculcar esa costumbre en toda la población? Y simultáneamente, debe impulsarse el orden, específicamente en el tráfico, que todos respetemos las leyes de tránsito, por ejemplo, pero también orden en nuestras costumbres, que la gente que come a cualquier hora y en cualquier parte, lleve una bolsa o recipiente para guardar su basura y la deposite después en el lugar adecuado. Es vergonzoso ver el estado de nuestros lugares turísticos después de la temporada, dan asco. Ojalá que el Confeso Dictador utilice su histrionismo para convencer a sus seguidores de estos dos pequeños cambios, que verdaderamente mejorarían la vida de todos.

Además, las nuevas construcciones deberían tener sistemas para asegurar el buen uso del agua, así como su penetración al manto friático. No es posible que, con la cantidad de agua que recibimos anualmente, nos estemos convirtiendo en un desierto, mientras Israel ha convertido el desierto en un productivo vergel. Como tantos han dicho, y por tantas veces, el desarrollo depende de la educación. Una población sucia y desordenada, no se desarrollará jamás.

Empresario.

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