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Preocupación por una crisis alimentaria mundial

La Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en junio en Los Ángeles, podría ser una tribuna importante para prevenir una nueva crisis y relanzar las cooperaciones regionales que pueden ofrecer un esquema nuevo en América Latina, para evitar la crisis alimentaria que se perfila.

Por Pascal Drouhaud
Politólogo, presidente LATFRAN

Mientras la guerra en Ucrania sigue con fuerza, llevando su lote de consecuencias económicas, financieras y de seguridad, una preocupación surge con más intensidad en el mundo: el riesgo de una crisis alimentaria mundial.

Los especialistas económicos lanzan una alerta mientras los precios de los productos básicos, tanto como de los fertilizantes, suben. Este proceso está reforzado por las dificultades de las cadenas de suministro dentro de otros, de las cereales. La guerra en Ucrania agravó la situación: Rusia, tanto como Ucrania eran parte, antes de la guerra, de los primeros países exportadores de trigo, mientras que desde el 24 de febrero pasado se están bloqueando las rutas de distribución. Los organismos internacionales llaman la atención frente a una situación que podría generar una gran inseguridad alimentaria en el mundo en general, en América Latina en lo particular.

El propio Programa Mundial de Alimentos (PMA) informó que “millones de personas” podrían caer en una crisis alimentaria  a consecuencia de la guerra en Ucrania. Y por cierto, subieron los precios de los productos de primera necesidad como el arroz, los frijoles negros, las lentejas, el aceite, según cifras globales del PMA hasta un 27% desde el principio del año, ¡casi 111% desde 2019!

La producción agrícola de Ucrania dedicada al comercio mundial bajó a la mitad.

Antes de la guerra, Ucrania era proveedor de 11% del trigo comercializado en el mundo, 17% del maíz, 46 % de semillas de girasol. En Europa, varias marcas de supermercados restringen las ventas de aceite vegetal; 30% de las tierras agrícolas usadas están hoy en día inutilizables a causa de la guerra y de las destrucciones.

Es decir, cuanta presión hay actualmente sobre el comercio mundial de los alimentos acompañando la baja de las exportaciones de cereales llegando de Rusia, Ucrania e India. Ese país declaró un “embargo” sobre sus exportaciones, para garantizar el suministro en favor de su propia población , mientras una sequía fuerte golpea el país y la región. Otros pueden seguir ese movimiento mientras el Banco Mundial anunció la puesta a disposición de 30,000 millones de dólares para sostener la seguridad alimentaria.

La guerra refleja la nueva lógica de bloques internacionales que se están formando: el Secretario de Estado de EE.UU.,  Antony Blinken, instó a Rusia a poner fin a los bloqueos de los puertos en Ucrania por los perjuicios que está causando al mundo, algo que Moscú rechaza y responsabiliza a Occidente por las sanciones sobre su economía.

Por cierto, antes de la guerra, 90% de las exportaciones de cereales y semilla oleaginosa cruzaban el Mar Negro y los puertos hoy en día inaccesibles. Cerca de 44 millones las toneladas de cereales están concentradas en los silos de Ucrania. La sequía que viven países exportadores y la baja de producción generada por el conflicto aceleraron la caída de las exportaciones de más de la mitad en comparación con las de mayo del año pasado.

En Rusia, son las exportaciones de los fertilizantes las afectadas.

En la Cumbre de Davos, expertos y responsables públicos mostraron su preocupación frente a una crisis alimentaria que provocará emigraciones en las regiones impactadas. Esto provocará un desequilibrio económico y social tanto en los países de salida como los de destino, falta de maniobra por un lado, problemática de integración por otro, mientras las economías han sufrido de una baja de consumo y de actividad en el transcurso de la crisis de la covid 19. Todo está ligado.

La penuria de fertilizantes amenaza en reducir las cosechas del año.

Todo lo anterior explica los problemas de inflación y refuerza los costos financieros.

Aumento de los precios de los hidrocarburos y alimentos acompañan las perturbaciones de los transportes marítimos; además se está esperando un aumento de las tasas de intereses en los países desarrollados. Esto refuerza las condiciones financieras mundiales que provocan cierta “volatilidad” sobre los mercados financieros, impactando el flujo de los capitales hacia los mercados emergentes.

Las perspectivas son delicadas para el periodo 2022-2023 con una dinámica inflacionista acelerándose en América Latina y en el Caribe.

La Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en junio en Los Ángeles, podría ser una tribuna importante para prevenir una nueva crisis y relanzar las cooperaciones regionales que pueden ofrecer un esquema nuevo en América Latina, para evitar la crisis alimentaria que se perfila.

Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN). www.latfran.fr

 

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Invasión De Rusia A Ucrania Opinión

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