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Intimidad artificial

Del Tamagotchi On, que es el de última generación -gracias a la Inteligencia Artificial- el mundo cibernético ha evolucionado a los ¡novios/as virtuales!

Por Carlos Mayora Re
Ingeniero @carlosmayorare

A finales de los Años Noventa irrumpieron con cierto éxito comercial los Tamagotchis. Pequeños dispositivos electrónicos “de compañía”. Una especie de mascotas con la forma y tamaño de un huevo de gallina que reclamaban la atención de su dueño para ser “alimentados”, cuidados, medicados, llevados al “baño” a hacer lo que allí se hace, y “quejarse” si el dueño los abandonaba o tenía menos cuidados de los necesarios; o, incluso, ganar “gotchi puntos” si se hacían las cosas “bien”…


El juguete (perdón, la mascota) ha evolucionado considerablemente desde que se puso en el mercado. Hasta el extremo de que, en la actualidad, los dueños de los tamagotchis tienen la posibilidad de conectarse virtualmente con amigos que también tengan el dispositivo y vincularlos (“matching” es la palabra técnica apropiada) para que puedan traer al mundo tecnológico nuevas generaciones de mascotas virtuales.


Pues bien. Del Tamagotchi On, que es el de última generación -gracias a la Inteligencia Artificial- el mundo cibernético ha evolucionado a los ¡novios/as virtuales!


Un software que sabe siempre qué decir… le pregunta a uno qué tal ha ido el día, recuerda y comenta el libro que está leyendo, le advierte que tiene cita con el dentista y se ocupa de uno y sus asuntos. Un “novio/a” que, por detallista, no defrauda a nadie.


Por eso no es de extrañar que en el mundo de personas solitarias en el que nos encontramos los novios/as virtuales estén causando furor. Aplicaciones como Replika, Xiaolace o CarynAI le proporcionan al usuario una relación “personal” con una inteligencia Artificial con la que se pueden mantener conversaciones y más interacciones que reflejan la sociabilidad humana (sin compromisos ni responsabilidades, eso sí).


Por mucho que parezca una excentricidad, lo cierto es que el asunto tiene éxito. Replika tiene dos millones de usuarios activos… Lo que no es de extrañar en un mundo en el que se confía más en la tecnología que en las personas. Por no hablar de las deficientes relaciones de algunos con los propios progenitores y/o cónyuges.


En su libro “Artificial Intimacy: virtual friends, digital lovers and algorithmic matchmakers”, el biólogo evolutivo Rob Brooks define este conjunto de tecnologías como “Intimidades Artificiales”. Que son descritas como “máquinas construidas para mostrarnos lo que necesitan que veamos, oigamos o sintamos”, y diseñadas para responder a nuestra necesidad humana de conexión, intimidad y amor.


Nada que extrañarse en el mundo diseñado y forjado por las redes sociales; unos sucedáneos bastante recurridos de las auténticas relaciones humanas.


Unas relaciones que Brooks, en su libro, divide en intimidades artificiales que pueden ser caracterizadas como amantes digitales, amigos virtuales o celestinas cibernéticas que conectan unos perfiles con otros.


En fin… una especie de locura que tiene su fundamentación en el establecimiento de una “relación personal” con alguna Inteligencia Artificial. Tan personal, que hay quienes -sin despeinarse- son capaces de hablar de “novios/as” virtuales que sustituyen “satisfactoriamente” cualquier tipo de relación humana.


Nada de lo que sorprenderse. Sobre todo, si se tiene claro que las inteligencias artificiales están diseñadas para aprender lo máximo posible sobre cada usuario y entrar en una relación tan “dependiente” que haga posible que siempre se quiera volver por “más”.


Hoy día, las “relaciones digitales”, para más personas de las que cabe imaginar, son el perfecto sustituto de las relaciones humanas. Sobre todo,cuando las interacciones humanas necesariamente apelan a responsabilidades y obligaciones, mientras que los vínculos virtuales, cuando “se complican” (o simplemente uno se aburre) pueden ser canceladas, recurriendo al botón de off en la computadora.


Como sea, eso de las relaciones digitales más o menos cercanas, se ve que está motivado por la soledad, el deseo de independencia, la frustración o cualquier otra condición que empuja a las algunos a buscar una respuesta que, en el mediano plazo, deja con más desilusiones -incluso- que las relaciones humanas de toda la vida.


Ingeniero/@carlosmayorare

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