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INSAFORP, R.I.P.

Allí podían ir los trabajadores a completar y actualizar sus conocimientos en aquellas áreas de sus labores en que más lo necesitaran. Los mejores capacitadores transmitían sus enseñanzas, teóricas y prácticas, con tal mística y empeño, que muchos de quienes atendían sus charlas volvieron a las aulas y lograron terminar carreras que habían truncado. Eso, sin abandonar sus trabajos, sino por el contrario, aportando a sus respectivas empresas con los conocimientos adquiridos.

Por María Alicia de López Andreu
Empresaria

El pasado 02 de junio, el INSAFORP cumplió 30 años de fundación, de una historia muy productiva y de gran calidad. Por ese especial aniversario, Correos de El Salvador lanzó oficialmente un sobre y matasellos conmemorativos. Ya en 2018, la Asamblea Legislativa había nominado el 02 de junio como el Día de la Formación Profesional, en reconocimiento a la ejemplar labor que el INSAFORP lleva a cabo en favor de la población salvadoreña que desea progresar y mejorar en sus conocimientos y habilidades.

Y, ¿qué sucede en agosto de 2023? Que el gobierno, sin qué ni para qué y sorpresivamente, inicia la disolución del INSAFORP.

¿Por inoperante? ¿Por inútil? ¿Por malos manejos o falta de transparencia?

Todo lo contrario: sólo porque esta es la era bukeliana y todo lo anterior debe ser descartado, desfigurado, descapitalizado, desmoronado y desaparecido. Porque, ¡caramba!, que exista algo con 30 años de existencia, en los que no tuvo ni un ápice de participación el actual régimen, es algo absolutamente intolerable. No debe quedar nada, nada, nada que, precisamente por bueno, haga recordar a los salvadoreños que, antes de 2019, ya éramos una nación con instituciones funcionales, responsables, bien dirigidas, enfocadas en cumplir su misión y objetivos y sirviendo como es debido a sus usuarios: los trabajadores, a todo nivel, que desearan mejorar profesionalmente. Disolver una institución como esta, es una verdadera maldad, especialmente cuando sabemos que uno de nuestros mayores problemas nacionales, es la nula o mala educación de nuestra población.

El INSAFORP se creó en cumplimiento a la Ley de Formación Profesional emitida mediante el Decreto Nº 554 del 02 de junio de 1993, publicado en el Diario Oficial No. 143, Tomo No. 320, del 29 de julio de 1993, financiada con el aporte del 1% de la planilla empresarial, y pasados apenas 16 meses de la firma de los Acuerdos de Paz (otro cuco del bukelismo). Nació cuando todas las empresas estábamos tratando de recomponernos tras 12 años de guerra, en los que no solamente habíamos sufrido pérdidas en vidas y bienes, sino que era sumamente complicado estar al nivel de las empresas extranjeras (aunque fueran del mismo rubro), que en ese tiempo habían avanzado muchísimo en todos los aspectos, mientras en nuestro país nos habíamos rezagado, dedicados únicamente a sobrevivir.

Y la formación profesional vino a ser una tabla de salvación: allí podían ir los trabajadores a completar y actualizar sus conocimientos en aquellas áreas de sus labores en que más lo necesitaran. Los mejores capacitadores transmitían sus enseñanzas, teóricas y prácticas, con tal mística y empeño, que muchos de quienes atendían sus charlas volvieron a las aulas y lograron terminar carreras que habían truncado. Eso, sin abandonar sus trabajos, sino por el contrario, aportando a sus respectivas empresas con los conocimientos adquiridos.

De primera mano puedo atestiguar el éxito del INSAFORP: por una parte, palpando los buenos resultados ejercidos en el personal de las empresas; pero por otra, en mí misma, ahora octogenaria “plus”, que he tomado varios cursos de actualización en áreas de mi trabajo administrativo que han cambiado muchísimo o que, anteriormente, sencillamente no existían.

Por todo eso, lamento inmensamente la disolución del INSAFORP, otra institución que, por buena y productiva, debe ser eliminada. Y, los salvadoreños, seguimos sin reaccionar. Hasta que a cada uno nos llegue el R.I.P.

Empresaria.

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