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Salvadoreña y Mujer

Pongamos el nombre de El Salvador en alto. No temamos sobresalir, tomemos la iniciativa, pero eso sí: nunca olvidemos la humildad y mantengamos el espíritu de servicio. Servir no significa ser inferior ni débil, al contrario: es ser lo suficientemente fuerte como para dejar atrás las propias comodidades y preocupaciones, y ayudar a otros.

Por Natalia María Zablah Conde |

"Hay una mujer al principio de todas las grandes cosas”: Alphonse de Lamartine.


La palabra “mujer” es universalmente definida como la “persona que pertenece al sexo femenino”, pero estoy segura de que todas estamos de acuerdo que ser mujer significa mucho más. Nadie decide dónde nacer ni en qué cuerpo; nadie elige su sexo ni su nacionalidad. Nosotras somos mujeres, somos salvadoreñas, no porque decidimos serlo, simplemente así fue, pero si yo tuviera la oportunidad de volver a nacer y elegir, escogería ser mujer salvadoreña.
Me pregunto: ¿dónde estaremos en un año? Espero que allí donde estemos, sigamos sintiéndonos orgullosas de quiénes somos, mujeres salvadoreñas.


El Salvador, ¡un país pequeño, pero tan completo! No nos acostumbremos a ver su tamaño como una desventaja. ¡Cuánta gente quisiera poder despertar en el mar, luego manejar solo una hora para almorzar en el lago, y después poder ir a cenar a la montaña y aún llegar a tiempo a casa para dormir! Y esto es gracias a su riqueza geográfica. Debemos también agradecer por nuestros paisajes y nuestro clima tropical, que nos hacen disfrutar cada día; por los atardeceres, por el sol y el cielo luminoso despejado al máximo. Así pues, estemos felices de ser de El Salvador, llevemos nuestra Patria con nosotros, sintámonos orgullosas de dónde venimos y representemos dignamente a nuestro país, cada día, con nuestra obra bien hecha.

Los salvadoreños somos conocidos por nuestra sonrisa cálida y por nuestra hospitalidad sincera. Somos un país alegre, lleno de energía y de esperanza.


En estas fechas tan especiales, en el que celebramos nuestra Independencia, les animo a que, en el futuro, no nos dejemos limitar por las dificultades que se nos presenten, dejemos atrás esa mentalidad de “ya me quiero ir de este país, ya que hay mejores oportunidades fuera” y cambiémosla por una mentalidad de: “Voy a irme a estudiar y a aprender, y luego regresar para ayudar a mejorar mi país”. Tanto nos ha dado nuestro El Salvador que ¡tenemos el compromiso de devolvérselo!

Nacer mujeres en un mundo lleno de controversia y adversidad representa un reto, pero no nos veamos débiles ni mucho menos inferiores, ya que somos capaces de ser lo que nos propongamos. Maestras, escritoras, licenciadas, ingenieras, políticas, arquitectas, artistas, madres… la mujer tiene un rol fundamental en la sociedad y puede ser agente de cambio con su trabajo diario. No tenemos límites, entonces, ¿por qué no trascendemos? ¿Por qué no ser grandes? Recuerden, no es la falta de miedo, ¡es la valentía de superarlo!


Tenemos muchos ejemplos de mujeres salvadoreñas audaces que dejaron huella: Claudia Lars, gran poetisa salvadoreña, trabajó por despertar en la niñez el amor por la poesía; Consuelo Suncín fue escritora y artista nacida en Armenia, Sonsonate, esposa del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, quien se inspiró en ella para escribir El Principito; María Eugenia Brizuela fue la primera mujer presidenta de un banco privado y de una compañía de seguros y llegó a ser ministra de Asuntos Exteriores de nuestro país. Además fue elegida CEO del banco internacional HSBC y cuando estaba en el banco ayudó a lanzar una campaña nacional de alfabetización. O también, Lula Mena, quien desde muy joven se involucró con mujeres artesanas, en la reactivación del añil y otras técnicas tradicionales, convirtiéndose así en una innovadora de los productos artesanales. Eso se traduce en una mejora de la calidad de vida de dichas artesanas.

Estas mujeres son prueba de que, con autenticidad y esfuerzo, se pueden lograr grandes cosas y ayudar a muchas personas. No tuvieron miedo de sobresalir y ahora son parte de nuestra historia salvadoreña. Nosotras también podemos serlo. Continuemos ese legado: pongamos el nombre de El Salvador en alto. No temamos sobresalir, tomemos la iniciativa, pero eso sí: nunca olvidemos la humildad y mantengamos el espíritu de servicio. Servir no significa ser inferior ni débil, al contrario: es ser lo suficientemente fuerte como para dejar atrás las propias comodidades y preocupaciones, y ayudar a otros. Seamos pues líderes serviciales, tenemos voz, hagamos que se oiga.
Busquemos la belleza en el mundo, está en todos lados. Encontremos esa belleza en nuestros paisajes, en nuestro país, y formemos parte de ella.


Siempre tengamos presente que a nosotras no nos define ni nuestro color de piel, ni la universidad en la que nos acepten. Lo que nos va a definir es el bien que hagamos en este mundo. Así pues, las animo a aceptar el reto, y para ello, desde ya, pensemos: ¿Qué legado estoy dejando? ¿Qué bien estoy haciendo para los que tengo a mi alrededor? ¿Cómo me recordarán? ¿Qué huella dejo yo en sus vidas?


¡Seamos mujeres que sirvamos de inspiración en nuestro entorno, seamos salvadoreñas!

Estudiante 12o año Centro Escolar La Floresta

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Independencia Opinión

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