Como vivo frente a una escuela (y trabajo desde mi casa), en vísperas del día de nuestra Independencia, escribiendo este artículo, echo de menos lo que antes de 2019 casi era desesperante: los ensayos permanentes, durante todo septiembre, de las marchas y las bandas de paz, preparándose para celebrar por lo alto el 15 de septiembre. Otra fecha memorable que el actual régimen hace lo posible por desaparecer y, además, ha sido mancillada al utilizarla para anunciar, el año pasado, el lanzamiento inconstitucional de la reelección de un personaje que, de acuerdo a últimas encuestas, una gran cantidad de salvadoreños lo idolatran, siendo éste el término correcto, ya que para ellos ha llegado a suplantar, incluso, la religión.
Con mucha razón muchos estamos sumamente preocupados. Porque se dice, frecuentemente, que los estados deben acomodarse a los mandatos de sus respectivas poblaciones. Entiendo que debería ser así, en cuanto a lo correcto y razonable, ya que las leyes existen, precisamente, para evitar que los pueblos terminemos destruyéndonos por falta de raciocinio. Es decir: las autoridades tienen la enorme responsabilidad de guiar a los ciudadanos por el mejor de todos los caminos, a fin de lograr su pleno desarrollo en paz y prosperidad. Pero si las autoridades son las primeras desquiciadas, las más idolátricas, como es el caso actual, ¿qué podemos esperar?
Por ejemplo, los Símbolos Patrios, para muchos jóvenes, carecen de importancia, no se dan cuenta de que son la representación gráfica de la Patria, de ese suelo que nos vio nacer, crecer, nos dotó de nacionalidad y nos proporciona un territorio que podemos llamar nuestro, lo que no sucederá en ningún otro país donde, por diferentes circunstancias, podríamos trasladarnos. Todavía peor: desprecian lo nuestro, sin tomar conciencia de que, si estamos como estamos, es nuestra culpa, no la de nadie más, y que si deseamos un país mejor, sólo nosotros mismos podemos lograrlo, no pensando en abandonarlo y buscar mejor suerte en otros lados, sino poniendo ese esfuerzo, ese trabajo, esa determinación aquí, en El Salvador. Pero estudiar duro y trabajar de sol a sol, no entra en sus objetivos. No quieren ver que los buenos países los construyen los buenos ciudadanos.
Y las autoridades, lejos de ser un ejemplo de civismo, son todo lo contrario, irrespetan la Constitución, desprecian nuestra historia e, incluso, han mancillado nuestro Escudo Nacional, cambiándolo a su capricho y voluntad, rodeándolo de estrellitas que nada tienen que ver con nosotros. Y, ante la idolatría que ahora se ha desatado, temo que llegue el momento en que se atrevan a cambiar el lema de nuestra Bandera, Dios, Unión, Libertad. Porque, desafortunadamente, esas tres palabras de profundo significado, se pierden en el caos que día a día estamos obligados a vivir, entre una propaganda venenosa e imparable, un endeudamiento sin fin, una campaña electoral permanente que viene ya desde que el actual mandatario hizo jurar al pueblo fidelidad a su persona, el día de su toma de posesión, así como después sucedió con los militares, quienes traicionando a la Patria, juraron lealtad y obediencia a un individuo y no a la Constitución, como es su deber.
Por eso, este 15 de septiembre quienes amamos a nuestro país debemos meditar sobre su situación, pensar qué debemos hacer por él y pedir al Divino Salvador que nos tenga misericordia.
Empresaria.