En la Carta de las Naciones Unidas se establecen cuatro objetivos principales: (1) “Mantener la paz y la seguridad internacionales…”; (2) “Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos…”; (3) “Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”; y (4) “Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones para alcanzar esos propósitos”.
Para lograr sus objetivos, la nueva Organización Mundial se estructuró de la siguiente manera: la Asamblea General (se reúne una vez al año, a partir del mes de septiembre en Nueva York; allí están representados todos los países miembros); el Consejo de Seguridad (encargado de mantener la paz y la seguridad internacionales, con cinco miembros permanentes, conocidos como los P-5, con poder de veto); la Corte Internacional de Justicia (el principal órgano judicial; juzga casos contenciosos que le presentan y emite opiniones consultivas que le solicitan); la Secretaría (dirigida por el secretario general, con todos los funcionarios de la Organización en su sede y en otros lugares del mundo); el Consejo Económico y Social (trata temas económicos, sociales, medioambientales, así como de derechos humanos, da seguimiento al cumplimiento de los objetivos de desarrollo acordados, y coordina la labor de las instituciones y organismos especializados, tarea importante, más formal que efectiva con la que Sísifo se identificaría perfectamente, pues muchas de las agencias tienen constituciones propias, presupuestos propios y culturas institucionales propias); y el Consejo de Administración Fiduciaria (dejó de funcionar en noviembre de 1994 cuando los once territorios encomendados a siete países miembros habían logrado su independencia o autonomía).
En San Francisco quedó pendiente la decisión sobre la sede de las Naciones Unidas. En los meses posteriores hubo discusiones y si bien unos se inclinaban por Ginebra, otros señalaban que los fantasmas de fracasos pasados no eran un buen augurio. Finalmente, se decidió que la sede estaría en los Estados Unidos; se mencionaron Boston, Filadelfia y San Francisco. El presidente Truman ofreció el sitio de Presidio en San Francisco, pero hubo objeciones por su lejanía de Europa. Así, las Naciones Unidas estuvieron alojadas en Hunter College, hoy Lehman College, en el Bronx, después la Sede se trasladó a la fábrica de la Sperry GyroscopeCompany en Lake Placid, Long Island, y la Asamblea General a las instalaciones de la Feria Mundial de 1939 en Flushing Meadows-Corona Park, donde la pista de patinaje se convirtió en la sala de conferencias.
La compra del sitio de lo que sería la sede permanente fue posible gracias a una donación de 8.5 millones de dólares de John D. Rockefeller, Jr., que permitió la compra de los viejos mataderos en Turtle Bay, Manhattan, entre las calles 42 y 48. Solo siete países votaron en contra de aceptar esta donocaiónrecuerda Brian Urquhart en su libro A Life in Peace and War(Una vida en la paz y la guerra): 5 países árabes, Australia y El Salvador.
Un grupo de ilustres y prestigiosos arquitectos se encargó del diseño de la nueva sede: Charles-Edouard Jeanneret, “Le Coubusier”, de Francia; Gaston Brufaut, de Bélgica; LiangSeu-Cheng, de China; Nikolai G. Bassov, de la Unión Soviética; Sven Markelius, de Suecia; Sir Howard Robertson, del Reino Unido; G.A. Soilleux, de Australia; Oscar Niemeyer, de Brasil; y Julio Vilamajo, de Uruguay, todos bajo la dirección de Wallace K. Harrison, de los Estados Unidos. El edifico se inauguró en 1952. Hoy en día, todavía hay personas que dicen Turtle Bay como metonimia de Sede de las Naciones Unidas.
La idea de la seguridad colectiva ha sido difícil de realizar, pues no había terminado la Segunda Guerra Mundial cuando algunos de los grandes ya manifestaban su inclinación por tener zonas influencia, y, así, por ejemplo, durante una reunión en octubre de 1944 en el Kremlin, el primer ministro Churchill y el presidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética Iósif Stalin, discutieron los grados de influencia en los Balcanes. Los porcentajes de influencia de la Unión Soviética y del Reino Unido fueron, respectivamente: Rumanía 90/10; Bulgaria 75/25; Yugoslavia y Hungría 50/50; y Grecia 10/90.
Además, apenas dos meses después de la fundación de las Naciones Unidas, el mundo cambió radicalmente cuando entró a la era nuclear, por lo que a las Naciones Unidas le ha tocado funcionar en un mundo de armas que tienen la espeluznante característica de poder acabar con la vida en este planeta.
Los expertos calificaron esta realidad de “Equilibrio del terror” (Balance of Terror), entre las grandes potencias nucleares, pero también de “Destrucción mutua asegurada” (Mutually Assured Destruction- MAD), porque con la cantidad de armas atómicas existentes y la capacidad de segundas réplicas, es seguro que nada sobreviviría en este mundo. En inglés tiene otra dimensión interesante porque “mad” también significa locura. Esta realidad ha evitado la confrontación bélica directa entre los grandes, pero en cambio muchos países pequeños y medianos han servido de campos para sus batallas, especialmente durante la Guerra Fría.
Es central analizar el tercer objetivo de las Naciones Unidas: “Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”. Se trata del reconocimiento de la igualdad de todos los seres humanos y de las libertades fundamentales de todos, es decir, de los derechos humanos. Esto responde a dos razones básicas: (1) el reconocimiento de que las violaciones a los derechos humanos pueden poner en peligro la paz y la seguridad internacionales; y (2) la necesidad política, jurídica y moral de reconocer que todos los seres humanos son titulares de derechos inherentes, independientemente de la paz y la seguridad internacionales.
La vinculación de las guerras con la pobreza o la insatisfacción económica, como afirma Stephen Schlesinger en su libro Act of Creation: The Founding of the UnitedNations (Acto de creación: La fundación de las Naciones Unidas), motivó a los delegados en la Conferencia de San Francisco a crear un Consejo Económico y Social. También recuerda que un artículo de prensa de aquella época se aseveró que este órgano podía lograr un mundo cada vez más ordenado, económica y socialmente, cada vez más tranquilo y, por lo tanto, cada vez menos impulsado a tomar las armas para resolver sus problemas. Así, las Naciones Unidas debían, y deben, hacer todo lo posible para mejorar el nivel de vida de todo el mundo,
Por consiguiente, fue un tema que resaltó el presidente Truman en su discurso ante el Senado de los Estados Unidos, el 2 de julio de 1945, para promover la ratificación de la Carta de las Naciones Unidas, cuando declaró que la Carta tenía el noble objetivo de evitar la guerra, solucionar disputas por medios pacíficos, promover el bienestar económico y eliminar la pobreza como causa de malestar social.
La justicia también es de suma importancia en las Naciones Unidas y por eso se decidió que la Corte Internacional de Justicia sería uno de sus órganos principales. En el paso de la Corte Permanente de Justicia Internacional a la Corte Internacional de Justicia, el papel del Dr. Guerrero fue esencial y, en 2018, durante un homenaje que le rindió la Corte Internacional de Justicia, su secretario Philippe Couvreur declaró que “el presidente y juez Guerrero personificaron la continuidad entre la Corte Permanente…y la Corte Internacional de Justicia”, pues, inter alia, supervisó “las medidas prácticas destinadas a facilitar la transición entre la Corte Permanente y su sucesora”.
Por su parte, el Dr. Guerrero declaró: “la institución no ha hecho más que cambiar de nombre, su alma permanece la misma, su estructura no ha variado, su misión es similar y, en fin, su Estatuto no ha sido más que ligeramente modificado. Se puede decir incluso, que ha sido para marcar aún más la continuidad de esta obra, que los Magistrado electos por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han confiado la Presidencia a aquel que tuvo el honor insigne de ser el último Presidente de la antigua Corte”.
Así las cosas, de manera muy resumida, puede decirse que los ideales de las Naciones Unidas son el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y el fomento de relaciones de amistad basadas en la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos, para lo que necesita, inter alia, un sistema de justicia que resuelva controversias entre Estados, pero también el de realizar la cooperación internacional para solucionar problemas económicos, sociales y culturales y estimular el desarrollo de los derechos humanos, por su estrecha vinculación con la paz y la seguridad internacionales, y porque la Organización reconoce que todos los seres humanos son iguales y titulares de derechos propios, independientemente de su relación con la paz y la seguridad internacionales.
Francisco Galindo Vélez es exEmbajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.