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Dr. José Gustavo Guerrero: La Conferencia de San Francisco, 1945

“Es justicia y no caridad lo que el mundo necesita”: Mary Wollstonecraft.

Por Francisco Galindo Vélez |

En términos de su pensamiento y motivación, de la propuesta del Dr. Guerrero de una Unión o Federación Mundial de la Paz, se pueden extraer los siguientes puntos fundamentales: 

(1) la visión de las relaciones internacionales basadas en un profundo conocimiento de la historia; 

(2) la importancia fundamental de desarticular ydesmantelar los elementos que pueden poner en riesgo la paz y la seguridad internacionales; 

(3) la igualdad de los Estados y la importancia de no menospreciar el papel de los países medianos y pequeños en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales; 

(4) la insoslayable necesidad de que el derecho remplace al poder en las relaciones internacionales, pero mientras tanto el imperativo de la jurisdicción internacional como elemento insustituible del esfuerzo por normar el uso de la fuerza; 

(5) la impostergable exigencia de “respetar y garantizar los derechos individuales y la personalidad humana sin distinción de nacionalidad, raza y religión”; y 

(6) la ineludible tarea de toma de conciencia de errores pasados para no repetirlos y, para eso, la necesidad de una organización internacional con poderes supranacionales limitados a temas fundamentales del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

¿Iluso o realista? Pues todo depende de lo que verdaderamente se quiere y hasta dónde se esté dispuesto a llegar para lograrlo. En la Nota Preliminar de su libro, El orden internacional, el Dr. Guerrero dice: “Mi conocimiento de los hombres me aparta del peligro de moverme en el campo de las ilusiones, pero, sin embargo, prefiero correr el riesgo señalado por Raimundo Silva de ‘ser tachado de constructor en el vacío, de presuntuoso o extraviado’. Ya, desde ahora, preveo las reacciones provocadas por el amor propio nacional. Las de los dirigentes de los pueblos victoriosos están ya definidas en su acuerdo de Dumbarton Oaks. Estos estiman que por haber salvado al mundo lanzando en la formidable pelea la totalidad de su potencial humano, material y moral, han conquistado para sus países el derecho de dirigir el mundo de mañana”. 

Con ese saber y ese sentir llegó el Dr. Guerrero a la Conferencia de las Naciones Unidas para la Organización Internacional. La Corte Permanente de Justicia Internacional, de la que era presidente, fue una de las organizaciones autorizadas a tener representantes en aquella Conferencia. A la delegación de la Corte Permanente se incorporaron el juez Manley Ottmer Hudson y el secretario Julio López Oliván; fue una de las delegaciones que participaron a título de observadores no oficiales. 

De acuerdo con el manifiesto del vuelo 2549 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, el Dr. Guerrero llegó a los Estados Unidos, procedente de París, el 28 de abril de 1945, acompañado por Audrey Welsby, su asistente. La copia de este manifiesto me la facilitó su tataranieto, el también diplomático salvadoreño José Miguel Arévalo Rengifo. 

La Organización de las Naciones Unidas se fundó durante la Conferencia que se celebró en la ciudad de San Francisco entre el 25 de abril y el 26 de junio de 1945. Empezó pocos días antes de que terminara la guerra en Europa: la madrugada del 7 de mayo, en Reims, Francia, se firmó el acta de la rendición incondicional de Alemania; el día 8 de mayo fue proclamado como Día de la Victoria en Europa, pero como los soviéticos no participaron en ese acto, el 8 de agosto firmaron, en Berlín, otra acta de rendición con Alemania. En relación con la guerra en Asía, las Naciones Unidas se crearon dos meses antes del fin de la guerra, el 14 de agosto de 1945, cuando Japón se rindió incondicionalmente; el día 15 de agosto fue proclamado Día de la Victoria sobre Japón. La rendición se oficializó el 2 de septiembre a bordo del acorazado estadounidense Missouri, fondeado en la Bahía de Tokio.

La sede de la Conferencia de San Francisco fue el complejo del War Memorial (monumento a los caídos), una impresionante obra de estilo neorenacentista francés que incluye la Opera House (casa de la ópera), donde se firmó la Carta de las Naciones Unidas el 26 de junio de 1945, y el Veteran´s Building (edificio de los Veteranos), donde se realizaron la mayoría de las reuniones.  

Participaron 50 países, 850 delegados, que junto con sus asistentes y el personal del secretariado sumaron 3500 personas, pero también estuvieron presentes 2500 representantes de la prensa, la radio, los noticieros cinematográficos y observadores de varios cientos de organizaciones y sociedades. Los jefes de las delegaciones de los cuatro países convocantes se turnaron en la presidencia de las sesiones plenarias: Anthony Eden, del Reino Unido, remplazado en algunas reuniones por Lord Halifax; Edward Stettinius, de los Estados Unidos; T. V. Soon, de China, remplazado en algunas reuniones por V. K. Wellington; y Vyacheslav Molotov, de la Unión Soviética, remplazado en algunas reuniones por Andrei Gromiko.

En su libro Act of CreationThe Founding of the UnitedNations (Acto de creación: La fundación de las Naciones Unidas), Stephen Schlesinger proporciona información sobre el transporte de los delegados a San Francisco. Los Estados Unidos proporcionaron transporte a la mayoría de las delegaciones, por aire y por tren; algunas delegaciones las transportó con su fuerza aérea desde Washington y otras desde los extremos de otros continentes. Además, organizó 18 trenes para transportar a 2,300 personas desde Washington; los primeros trenes directos entre ambas costas de los Estados Unidos que demoraron cuatro días y cuatro noches en llegar a su destino. En San Francisco, el gobierno estadounidense puso a disposición de las delegaciones 215 automóviles, 25 jeeps, 50 buses, 48 limusinas particulares, y siempre tuvo 800 taxis en reserva.

La logística y operación de transporte constituyó un pudiente mensaje, pues permitió a los delegados de otros países hacerse una idea de la dimensión del país, su infraestructura intacta y su poderío. En su libro, Stephen Schlesinger cita a Anne O’Hare McCormick, periodista del New York Times: “El viaje transcontinental tiene el efecto de dar a los delegados una visión del tamaño y el poder de los Estados Unidos. Exclaman ante la grandeza, el vacío de las praderas, los recursos aún sin explotar de una tierra que los sorprende cuando la ven porque parte de ella es todavía primigenia”.

También cita a Clairbone Pell, después senador de Rhode Island: “A los invitados se les dio una poderosa imagen de los Estados Unidos. No podían pasar por alto el contraste con sus países devastados, mientras veían milla tras milla de nuestros pastos productivos y campos aparentemente interminables, puntuados por poderosas ciudades y pueblos prósperos”. Así las cosas, los viajes sirvieron también de impactante mensaje sicológico justo antes del inicio de la Conferencia, todo parte de la minuciosa y esmerada preparación de una negociación diplomática.  

La idea de las Naciones Unidas, como la de la Sociedad de las Naciones, era, y es, remplazar el sistema de alianzas de bloques por un sistema de seguridad colectiva. Para el Dr. Guerrero, el “sistema de una asociación general de las naciones, preconizado por el presidente Wilson en el punto décimo cuarto de su programa del 8 de enero de 1918, ha sido aplicado durante veinte años con resultados desfavorables. Sin embargo, dicho sistema es el único sobre el cual sería posible edificar un nuevo plan de reconstrucción mundial, a condición, naturalmente, de no repetir los errores cometidos en 1919, y de aprovechar las enseñanzas que implican los fracasos, de abordar el problema en toda su amplitud y, lo que es esencial, con un espíritu nuevo”.

Durante la Conferencia, la Declaración de Dumbarton Oaks sirvió, como es popular decir hoy en día, de hoja de ruta,pero los delegados le hicieron importantes cambios y se calcula que solo quedó 25% de la versión original. Empero, la preparación de lo que sería la nueva organización mundial había empezado en el otoño de 1939, ya iniciada la guerra, pues el gobierno de los Estados Unidos le había dado la mayor importancia. Durante ese tiempo, muchas personas participaron en los primeros borradores, pero se considera que el principal responsable de las disposiciones de la Carta fue Leo Pasvolsky, funcionario del Departamento de Estado. 

Sobre el Preámbulo, de acuerdo con algunos expertos, se dejó a último minuto y ya durante la Conferencia el estadista y Mariscal de Campo sudafricano Jan Smuts, que había participado en la Conferencia de París y había tenido un papel muy activo en la creación de la Sociedad de las Naciones, hizo una propuesta que no gustó a muchos porque se asemejaba mucho al Preámbulo del Pacto de la Sociedad de las Naciones y porque era demasiado larga. Así las cosas, de acuerdo con otros especialistas, Virginia Gildersleeve, miembro de la delegación estadounidense, fue la persona que más contribuyó a esa parte de la Carta. Siendo estadounidense, quiso que la apertura del Preámbulo siguiera de cerca el inicio de la Constitución de los Estados Unidos: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas”, y “Nosotros el pueblo de los Estados Unidos”.

Francisco Galindo Vélez es exEmbajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.

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