El Dr. Guerrero fue secretario de la Legación de El Salvador en Washington, ministro de El Salvador en Francia, Italia y España y se distinguió en todos esos cargos, pero la Sociedad de las Naciones fue el gran escenario mundial en que se destacó en la diplomacia multilateral, y la Corte Permanente de Justicia Internacional y la Corte Internacional de Justicia donde desplegó su dominio de la ciencia del derecho y su saber jurídico. (FE DE ERRATA: En mi artículo Dr. José Gustavo Guerrero, EDH, de 28 de junio de 2022, por la manipulación de párrafos que permiten las nuevas tecnologías y pese a las múltiples lecturas y revisiones, se dice que el Dr. Guerrero llegó a Europa después de la Gran Guerra, pero llegó antes).
Siempre supo que para los países pequeños había una sola línea de defensa: la legalidad internacional. También supo que su vigencia no solo exigía coherencia, sino la necesidad imperativa de manifestarse en contra de manipulaciones políticas que podían debilitarla. Además, entendió que, algunas veces, los intereses de los pequeños países no los definen ellos porque vienen establecidos de fuera, pero también fue un convencido de que no había que intimidarse en la defensa de los principios.
En el prólogo, fechado de mayo de 1916, que escribió para el libro del Dr. Abraham Ramírez Peña, Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores y director del Boletín de la Secretaría de Estado (Libro Rosado), titulado Cartilla Consular, el Dr. Guerrero dijo que las naciones pequeñas “son precisamente las que más necesidad tienen de mantener representantes de carrera en el extranjero. Las grandes naciones tienen a su alcance otros medios de propaganda eficaz. Con sus riquezas, sus industrias, sus ciencias y sus artes, sus invenciones, su literatura y su historia, pueden ampliar en todos los continentes sus seculares esferas de influencia y de expansión. Con la autoridad que imprime el poder de las armas pueden hacer respetar sus derechos y vigilar la observancia de los deberes internacionales. Los pequeños Estados carecen de iguales recursos, y más aún, los que por su situación geográfica se encuentran distantes de importantes centros mundiales”.
La diplomacia, que el lego generalmente reduce a negociación transaccional, es bastante más que eso, ya que es el arte de defender intereses y lograr objetivos con los medios de que se dispone, identificar puntos de encuentro, tender puentes, defender y promover un sistema de legalidad internacional, evitar controversias y resolverlas por medios pacíficos, si ya han surgido, y obtener resultados positivos para todas las partes; do ut des, es decir, doy para que des.
Siguió el siempre sabio y perennemente válido concepto de aureas mediocritas, literalmente el dorado término medio, muy antiguo, pero desarrollado por Aristóteles. Y, por supuesto, un señor con una cultura tan vasta conocía los 147 aforismos délficos, heredados de los siete sabios de la antigüedad, entre ellos: aprende a aprender; conócete a ti mismo; reconoce cuando estás fuera de lugar; habla cuando sepas; se amable en tus relaciones; se justo juzgando; se juez incorruptible; obtén las cosas justamente; no seas dominado por la arrogancia; no te canses de aprender; domina tu carácter; aborrece la violencia; se agradecido; y piensa que eres mortal.
Todos los países son iguales, de eso no hay duda y se repite, se afirma, se confirma y se firma constantemente. Son iguales en términos jurídicos, pero no en términos económicos, políticos y militares. El Dr. Guerrero tuvo claro que no es lo mismo ser diplomático de países grandes y poderosos, e incluso medianos, que por su propia importancia cuentan con espacios que les están dados, quede países pequeños, huérfanos de poder y de recursos, porque nada les está dado y tienen que ganarse los espacios, y el respeto, con mucho esfuerzo.
El Embajador Lopitos, Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de los Cocos ante Pepeslavia, insistía en la realidad de su país al afirmar que no tenía “poderío militar, ni político, ni económico, ni mucho menos atómico”. Más allá de confirmar la realidad de su país, el Embajador Lopitos tenía clara otra insustituibleenseñanza: nunca desubicarse, asumir actitudes y hacer discursos contrarios a la realidad del país que se representa. Al Embajador Lopitos se le puede ver en la película Su Excelencia y lo interpreta Mario Moreno, Cantinflas. Parece chiste, pero no lo es.
Después de ver al Embajador Lopitos en el desempeño de su oficio, inevitablemente vuelve a la mente la sentencia de Federico II, el Grande, de Prusia, de que “hacer diplomacia sin armas es como hacer música sin instrumentos”. Esta visión es tan sustancial que la Sra. Margaret Thatcher, ex primera ministra del Reino Unido, la utiliza en el primer volumen de su autobiografía, TheDowning Street Years (Los años de Downing Street), publicado en 1993, al referirse al conflicto entre Gran Bretaña y Argentina por las Islas Malvinas, Falklands para los británicos. Por armas ha de entenderse poderío militar,pero también poderío económico, recursos naturales o significativos mercados, o tener algo que interese a unos o quieran otros. En otras palabras, disponer de elementos que den fuerza o influencia y sirvan de palanca para abrir espacios, construir relaciones o fortalecer una posición negociadora; lo que en inglés llaman leverage.
Hacer diplomacia sin armas, y música sin instrumentos, es precisamente lo que toca hacer a los diplomáticos de países pequeños desprovistos de recursos, y, así, el Dr. Guerrero se convirtió en un experto en hacer diplomacia a capella, solo con su voz, su cultura, su conocimiento y su lógica para defender y hacer avanzar los intereses de su país. La gran diferencia estriba en que los países grandes, y algunos medianos, tienen la opción de ejercer poder duro (hand power), y poder blando (soft power), mientras que los pequeños y sin recursos solo pueden aspirar a lograr un poder blando, pero eso depende de la habilidad de sus diplomáticos que muchas veces carecen de apoyos de sus cancillerías. En todo caso, el Dr. Guerrero siempre estuvo consciente de que sin poder blando el papel de su país sería el de mero figurón.
Francisco Galindo Vélez es exEmbajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.