La “Batalla de Gettysburg” fue un suceso épico que marcó un punto de inflexión en la Guerra de Secesión estadounidense que se peleó en territorio norteamericano entre 1861 y 1865. La batalla fue el evento bélico más grande y sangriento que ha ocurrido en territorio americano. Para que se tenga una idea clara de su magnitud, en los tres días que duró la batalla se perdieron más de cuarenta y cinco mil vidas (si se toma en cuenta las seis semanas que duró la “Campaña del Norte”, el costo en vidas humanas asciende a más de cincuenta y siete mil).
La Guerra de Secesión fue un conflicto derivado de la necesidad de los estados del sur de contar con mano de obra barata para poder continuar explotando enormes áreas agrícolas plantadas con caña y algodón. Los sureños consideraban que su éxito y prosperidad económica estaba irremediablemente basada en la vigencia del “derecho dado por Dios a la raza blanca”, según lo mandaba el Génesis 9:27: la esclavitud de la población negra de África, conocida posteriormente como afroamericanos.
Para los estados del norte y a pesar de que el común estadounidense de la época era profundamente racista, la esclavitud como tal, se convirtió en una situación intolerable que los separaba irremediablemente de sus pares del sur. Los ingredientes para un conflicto se estaban cociendo a fuego lento en la psiquis colectiva de los norteamericanos. Libros subversivos para la época, como “la Cabaña del Tío Tom” de Harriet Beecher Stowe, publicado en 1851, para muchos fue la mecha que encendió el conflicto al narrar con toda verosimilitud y crudeza, las condiciones de vida de los afroamericano bajo el yugo de la esclavitud.
Finalmente, el conflicto pasó de los discursos políticos a los hechos: fuerzas confederadas (ejército del sur) atacan por sorpresa el Fuerte Sumter en Carolina del Sur, poco después que Abraham Lincoln hubiese tomado posesión del cargo. De los treinta y cuatro estados que conformaban los Estados Unidos para el inicio de la guerra en 1861, veintitrés estados, llamados Estados Unionistas del norte, proclaman lealtad a la constitución, mientras que once del sur declararon su independencia bajo el nombre de Estados Confederados, proclamando su derecho absoluto e incuestionable a mantener vigente la esclavitud y su sistema de vida. Vale decir que ningún país del mundo reconoció la existencia de ese efímero estado sureño.
Pero el veleidoso dios de la guerra miraba con buenos ojos a los sureños. Ellos empezaron obteniendo grandes y sonoras victorias contra el ejército Federal. Después de las victoriosas batallas de Chancellorsville y Fredericksburg, el General confederado Robert E. Lee se consideraba invencible, por lo que empezó a relajar su sistema de mando al considerar que la victoria del sur era eminente, lo cual no es otra cosa más que la confirmación de que, para algunas personas, una victoria resulta más dañina que una derrota.
La idea de los sureños era sitiar Washington para obligar al gobierno del norte, por las buenas o las malas, a reconocer la independencia de los once estados confederados, pero eso era mucho más fácil planearlo que hacerlo, ya que para ejecutarlo tenían que mover una masa considerable de efectivos (100,000), pertrechos militares, alimentos, forraje para animales y, todo ello, bajo la más absoluta discreción, esperando que el enemigo no descubriera sus intenciones hasta que fuera demasiado tarde.
Así es como el General Lee atraviesa el río Potomac y llega a las afueras de la pequeña ciudad de Gettysburg, solo para ser descubierto por una avanzadilla del ejército de la Unión en horas de la mañana del día 1 de julio de 1863. Los combates que siguieron a esa pequeña escaramuza fueron sangrientos. Filas de soldados, que a veces alcanzaba un poco más de un kilómetro de largo, disparando descargas de bala al unísono contra su contraparte, solo para recibir de regreso descargas similares. Humo, sangre, dolor, confusión.
Los cañones sonaban desde la retaguardia generando caos, ya que las descargas muchas veces caían sobre sus propias tropas. Las balas de cañón, en algunos casos, no explotaban, sino que rebotaban sobre el suelo como pelotas de acero, destrozando filas enteras de soldados que acababan como un amasijo irreconocible al final de su recorrido.
Luego de tres días de combates a muerte, las fuerzas confederadas inician una desesperada retirada que va siendo regada con cadáveres de heridos mal cuidados en “ambulancias” y carretones tirados por caballos, que acabaron siendo enterrados en fosas comunes a lo largo del camino.
La terrible Batalla de Gettysburg marcó un punto de inflexión en la Guerra Civil norteamericana que selló la suerte del Sur que, eventualmente, acabo rindiéndose. Su rendición implicó el final de la esclavitud en América. No obstante, el camino áspero, largo e inclinado que han tenido que recorrer los afroamericanos para adquirir plenos derechos, apenas estaba iniciando. Pero eso es materia de otra columna.
Abogado, Master en leyes/@MaxMojica