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Sobrevivir para contar lo imposible

Hace un año se cumplió medio siglo de este episodio que estremeció al mundo cuando se supieron los detalles de cómo consiguieron subsistir: recurrieron al ingenio para abrigarse en el interior del fuselaje que fue su refugio improvisado; en lo referente a la alimentación, cuando acabaron las escasas provisiones afrontaron el dilema de comerse los restos de los muertos. La alternativa era morirse. Finalmente, se impuso la consigna de resistir. Se lo debían a los que habían sucumbido.

Por Gina Montaner
Periodista

Sucedió hace más de cincuenta años, pero todavía reverbera en la memoria colectiva. El 13 de octubre de 1972 se estrelló en la cordillera de los Andes un avión de las Fuerzas Armadas de Uruguay que transportaba a integrantes de un equipo de rugby, a sus amigos y familiares. El propósito del viaje era jugar un partido en Chile. A bordo viajaban un total de 40 pasajeros y 5 tripulantes, de los cuales volvieron a casa sólo 16 personas. Todavía parece irreal el hecho de que hubiera supervivientes en aquel siniestro que dejó varado a un puñado de muchachos en la inmensidad de un paisaje agreste no apto para la vida.

De aquel dramático suceso sobre la capacidad de supervivencia del grupo, que consiguió mantenerse con vida 72 días antes de que finalmente fueran rescatados gracias a la épica caminata de dos de ellos hasta alcanzar territorio habitado en Chile, se escribieron libros y Hollywood llevó al cine la extraordinaria hazaña a partir del libro ¡Viven!, el bestseller de Piers Paul Read.

Hace un año se cumplió medio siglo de este episodio que estremeció al mundo cuando se supieron los detalles de cómo consiguieron subsistir: recurrieron al ingenio para abrigarse en el interior del fuselaje que fue su refugio improvisado; en lo referente a la alimentación, cuando acabaron las escasas provisiones afrontaron el dilema de comerse los restos de los muertos. La alternativa era morirse. Finalmente, se impuso la consigna de resistir. Se lo debían a los que habían sucumbido.

Eso fue lo primero que se planteó el director de cine español Juan Antonio Bayona cuando hace unos años se propuso recrear nuevamente el suceso. Se había contado lo que pasó, pero no cómo pasó. Esa fue su reflexión y decidió sacar adelante su ambicioso proyecto con el respaldo de la plataforma Netflix. El filme se estrenará muy pronto en los cines y posteriormente se podrá ver en Netflix. Además, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España la ha seleccionado para competir en los Oscar en la categoría de mejor película en lengua extranjera.

Precisamente tuve la oportunidad de ver el filme en un pase de la Academia en Madrid y comprobé, una vez más, la maestría de Bayona en el género de cine de catástrofe y supervivencia. En 2012 deslumbró al público con Lo imposible, basada en la historia real de una familia española que sobrevivió al tsunami que en 2004 arrasó en el sudeste de Asia. Las escenas del colosal desastre natural eran de un realismo impresionante. Y fue durante ese rodaje cuando comenzó a pensar en el proyecto de La sociedad de la nieve, inspirado en la novela del mismo título escrita por el uruguayo Pablo Vierci, antiguo compañero de colegio de los sobrevivientes del avión.

Más allá de los prodigios técnicos que reflejan con veracidad sobrecogedora el momento del siniestro y el terrorífico aislamiento en la vastedad de los Andes, a Bayona lo que le interesaba era la intimidad que surge en un espacio claustrofóbico donde los supervivientes crean comunidad y toman decisiones cruciales después de alcanzar el consenso. La más trascendental fue la de servirse del canibalismo para conservar la vida. Sobre este aspecto, el cineasta ha subrayado: “Lo que me interesa del canibalismo es entregar tu cuerpo a otro.” La mayoría de los muchachos eran católicos practicantes y tan drástica medida los enfrentaba a un conflicto moral. La película explora esta vertiente:  el sacrificio por el bien del prójimo.

Bayona contactó a los supervivientes y mantuvo conversaciones con ellos y sus familiares para comprender mejor su historia; de qué modo los había marcado aquel traumático episodio. Para el director la proeza de esos hombres, que en aquel entonces casi todos eran unos veinteañeros, fue, en esencia, “Un acto de fe, no en su faceta religiosa sino de dignidad”. Luchar con uñas y dientes por preservar la vida. Los supervivientes del accidente aéreo se enfrentaron a la muerte a lo largo de 72 días. Había que vivir para contar lo que parecía imposible y fue posible.

Con La sociedad de la nieve Bayona también enfrenta al espectador a la posibilidad de verse algún día en una situación extrema. Cara a cara con la muerte y ante la disyuntiva de darlo todo por la vida. Los supervivientes de los Andes continúan dándonos lecciones sobre el poder de la supervivencia. Su hazaña conmueve tanto como hace más de cincuenta años. [©FIRMAS PRESS]

*Twitter: ginamontaner

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