Cualquiera, creemos, es feliz con lo que tiene. Aunque en la realidad no siempre es así. Porque muchos –lamentablemente- no reconocemos lo que hemos logrado u obtenido de la vida. Vanidad, ceguera, usura espiritual, gula de los sentidos, insensatez… Tal vez falta de dulzura en el alma. El canario es feliz de volar, de poseer los aires, como no siempre lo es el viajero de un air bus. Los peces son dichosos en sus mares profundos y azules, buscando la misma felicidad del turista de cruceros. Los enamorados son felices de poseer el amor y la pasión. El violinista de tener su violín y el pentagrama de sus sueños. El niño es feliz cuando eleva sus sueños y coloridos dragones. Los potros salvajes al trotar libres en la llanura. Las laboriosas abejas de volar entre las flores de la primavera cósmica. Los que perdieron la visión de sus ojos, de volver a ver con los ojos del amor. Para volver a alcanzar la dorada utopía. En fin, cada quien inventa su felicidad o reconoce las razones simples y humanas para encontrarla. Sé feliz pues, con lo que tienes y no con lo que no tienes. Si puedo andar los caminos del alba en busca de la estrella, no seré infeliz por no surcar los aires como el cóndor. Simplemente, el ave de presa irá tras su destino y yo tras el mío. Ama pues tu destino, como el cóndor ama las alturas. Ama tus montes interiores, tu humilde gloria.
Ser feliz con las ofrendas de la vida
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