Son ellas, las naves del naufragio, las almas al garete o a la deriva en los mares profundos… En las ciudades lejanas. Almas que la vida arrastra a su antojo y no saben por qué. Juguetes del destino. Veletas de la suerte. Son vidas al azar… historias perdidas… peces que arrastró la corriente. Hojas que llevó el vendaval. Humanos galeones sin estrella. Estas almas al garete, se olvidaron de sí mismas. Olvidaron sus mapas, sus lenguas, su historia y esperanza. Son ellas, las naves sin rumbo del anchuroso mar de la existencia. Otros más quizá fueron veleta, ilusión o naves perdidas. Tal vez perdieron los mapas, las cartas náuticas o el celeste astrolabio. Muchas al final del naufragio encontraron el rumbo de la “estella maris”, guiando la ruta del galeón y de los sueños. Unos más, sin embargo, no pudieron leer en el cielo el porvenir de su destino. Y quedaron allá en la noche de los mares, como vidas perdidas o barcos sin timón. Ignorantes de sí mismos, también ignoraron la verdad. La vida es tormentosa y después maravillosa. Para los antiguos navegantes superar una tormenta en el mar era conquistar su destino. Después llegaba el sol radiante. Como decían ellos mismos: “El viento y las olas van a favor de quien sabe navegar”. Saber navegar, es hallar la ruta en la tormenta, el ideal en el desconsuelo, el camino en la incertidumbre, la dulce estrella en la noche anchurosa. Saber navegar es descifrar la vida y tus anhelos. Esto no lo supieron las naves humanas sin destino.
El infinito mar de las naves al garete
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