“Mente sana en cuerpo sano” decían los antiguos griegos. A esta sentencia yo agregaría: “Cuerpo sano en mente sana”. Tan importante es la salud del alma como la del cuerpo; la del espíritu como la del soma. De ahí la moderna acepción médica de las enfermedades “psico-somáticas” (dolencias, enfermedades imaginarias, inducidas por la depresión o la mente perturbada por la incertidumbre de la Historia). Es decir la sanación por medio de una mente positiva ante lo hermoso y promisorio de la vida.
La felicidad es un estado de salud del espíritu. Cuando estamos sanos, cualquier detalle, cualquier gesto, cualquier bagatela, cualquier amanecer, cualquier pequeño placer o banal disfrute suele hacernos felices. Pero cuando no hay salud espiritual en tu interior puedes tener de la vida todas las preseas, dádivas y disfrutes y nada te hará dichoso, porque la moneda de la alegría es el optimismo, la fe en la Divinidad, en ti mismo, en la vida, en la dicha de existir. No la dicha del ser por lo que tiene, sino por lo que ama.