Hay quienes buscan sus lentes y los andan puestos o buscan sus llaves cuando las llevan consigo. Es la metáfora de aquellos que no ven lo que tienen ni lo que les ha dado la existencia. Temen a la vejez, a lo que puedan perder, sin advertir que ésta es un premio que se alcanza luego de haber vencido en tantas batallas. Batallas que habremos librado desde los mares amnióticos que cruzamos en nuestra concepción, hasta las fiebres de niño y caídas en el largo devenir. A ello añadimos las constantes luchas y retos que la existencia natural nos depara. Los que estamos aquí somos los que vencimos en la larga jornada de la pista. Cuando mires al espejo tus canas y tus arrugas. No te lamentes de haber perdido la lozanía y juventud. Da gracias por haber llegado a la madurez de la vida y agradece esas canas y esas huellas del tiempo en el rostro. Muchos no llegaron al maravilloso invierno de una vida escrita, conquistada, soñada, realizada.
Tampoco reniegues si no tienes el suficiente dinero en tus cuentas. Busca en derredor y dentro de ti, las otras riquezas que te ha dado la existencia. Agradece los tesoros que te dio el destino sin tener que pagarlos. En fin, cuando mires tus manos abiertas. No busques monedas ni gloria. Busca tus sueños, tus caricias y tus obras realizadas. Cuando mires el esplendor del día, al fondo de tu corazón... Abre tus ojos internos. Mira lo que tienes. Comprenderás que es más de lo que imaginabas… Disfruta pues, el dorado premio de la vejez.