Cuando creas que poco has logrado en tu jornada o que la vida te ha dado poco, detente un instante y mira hacia atrás. Allá verás todo lo que sembraste, todo lo que ganaste y -luego de hacer un inventario- verás los muchos tesoros que te dio el camino. Descubrirás que fue más lo que te dio el tiempo que lo que robó. Cuando estés cansado del trabajo, nunca reniegues. Da gracias, en cambio, por tenerlo. Pues muchos en la vida no tendrán en este mismo instante la oportunidad de ganarse tenaz y arduamente la vida de sus sueños y el pan de cada día. Cuando estés sin dormir en una cómoda cama, descansa el alma. Recuerda a los que duermen en la calle o en un dormitorio público, en un hospital sin esperanza o en el suelo de una prisión. Da gracias por la cama y porque estás en un cálido hogar.
Cuando te indigestes por una comida suculenta, no reniegues. Recuerda a los que no han comido este día. Cuando, por azares de tu estrella, estés herido del alma por cosas del amor y de la vida, no te lamentes. Piensa en quienes nunca han amado por temor. Esos no habrán vivido, pues era mejor amar y llorar que nunca haber amado.