La Egolatría, es un falso culto a nuestra persona que nos pone por encima de los demás y por ende, nos aleja del mundo. Narcisismo -del mitológico Narciso- es contemplar envanecidos nuestra imagen en el agua, que se rompe con la menor brisa o con la hoja seca que caiga sobre ella. Egocentrismo es creer que el mundo gira en nuestro derredor y somos el centro de la creación. Aunque Giordano Bruno concluyera que el centro del universo estaba en todas partes y la circunferencia en ninguna. Según este precepto, cada quien sería el centro del firmamento. Estamos en todos lados porque en todo el universo existe la vida, según las partículas primordiales de la nucleosíntesis. Todo por la ley natural de “baja y alta entropía” que es el equilibrio de la energía en el cosmos. El individualismo nos hace olvidar el principio de grupo, de trabajo en equipo para vivir armónicamente en sociedad. El Materialismo, en tanto, nos vuelve insensibles a lo espiritual y nos torna adoradores de las riquezas y cosas materiales. La ingratitud, es otra variante del egoísmo que nos vuelve seres sin piedad y desagradecidos con Dios, con los demás y con la existencia. No debemos adorar pues estos grandiosos engaños de nuestra identidad divina a la que nos arrastra la egolatría.
El falso culto de la egolatría
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