Según la medicina existen dos clases de colesterol en nuestro cuerpo: el colesterol malo y el bueno. De igual manera existen dos tipos de egoísmo en el alma humana: el bueno y el malo. Tan egoísta es el que se olvida de los demás, como el que se olvida de sí mismo. El que pierde la piedad para los demás, como el que la pierde para consigo mismo. El que deja de amar al prójimo, como el que deja de amarse a sí mismo. El que se pone en primer lugar debido a su egolatría, como el que se pone en último lugar a causa de su baja autoestima. Destierra por lo tanto el egoísmo de tu ser. Y me refiero al egoísmo dañino, pues -como dije antes- existe el bueno. Desecha por igual de tus venas el colesterol malo, pero deja el benigno. Saca de ti lo triste y deja la esperanza. Extirpa lo amargo y deja lo dulce en tu alma. Aleja de tu ser lo malo y conserva lo bueno. Corta las hierbas malas y la mixtura del campo, pero deja ileso el arbusto que da flor, frutos y perfume. No te ocurra que -queriendo arrancar la mala hierba- arranques lo bueno que aún queda en el mundo, en el vasto campo de tus ilusiones y en tu mismo corazón.
El egoísmo y el colesterol en el cuerpo y alma
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