Aquel que olvidó la sabiduría del corazón se convierte en esclavo de la ignorancia de su mente. No es él quien gobierna su razón sino al revés: es ella quien lo maneja a él, como a un servil esclavo. Y es la mente programada por el inconsciente colectivo la que le dice qué debe desear y soñar, comprar y crear en esta civilización mercantil de la guerra y la paz. Entre tanto, el alma queda en silencio, sin realizar los sueños y proyectos. Ignorando el amor y conociendo números y tecnologías, el urbanita común se pierde entre la multitud de su confusión. Al final de cuentas descubrimos que la mente sabe, pero el corazón adivina. Por ello “Cuando el mundo te deje confundido -dice la antigua sabiduría sagrada- consulta el caso con tu propio corazón”. Lo que no ven los ojos lo ve el deseo, la inteligencia natural. La mente es un órgano más al servicio del individuo. La alienación moderna, sin embargo, hace que –por el contrario— la persona se vuelva esclavo de su mente y sea el individuo quien le sirva a ella y sus desbocados sentidos e instintos. Es la tenebrosa ignorancia del amor. Trágica inconsciencia de aquel que se olvidó a sí mismo por recordar el mundo banal e ilusorio que ha construido la civilización de la ignorancia.
Triste ignorancia del amor
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