En la carrera ecuestre el corcel triunfador no es el más fuerte, ni el más hermoso, rápido o con mejor jinete. Es aquel que ha superado todos los obstáculos para llegar a la meta. Desde los primeros años de vida tuvimos caídas, como lo es el duro aprendizaje de aprender a levantarnos cada día como humildes soles de un amanecer que ayer atardeció. Caer, mas volver a empezar. Es nuestro destino. El costo de caer es el precio de subir, de levantarnos cada día y reanudar la marcha al albor. Cada lágrima de tus ojos paga una risa al destino. Cada silencio una canción; cada lastimo una caricia; cada adiós un volver al amor. Nadie dijo que la vida sólo era alegría, ni que la batalla de la existencia sólo fuera triunfos. La victoria que debemos perseguir no es la victoria de un día, sino el día de la victoria. La victoria final de tu existir. Gladiador: la palma dorada del triunfo del amanecer es fruto de los fracasos de ayer que te enseñaron con creces el camino. Si ríes en el amanecer, es porque una lágrima se secó en tu rostro ayer… Cantor y arpista, el precio de tu virtud es una ilusión y cada canción el fruto del silencio. Igualmente los golpes del camino son el costo de futuras caricias. Corredor de la pista: algunas veces debes de caer para volver a comenzar. Aunque quedes solo en la arena, recuerda que -al final- la ausente multitud y los aplausos eran tan sólo ilusión. Tu héroe interior quedará sonriente ante Dios y la gloria que nadie quizá llegó a conocer. Debes escapar del fracaso a la victoria, que es el brillante anhelo de los que no cedieron en su afán llegar al dorado ideal. Después de caer como las gotas de lluvia que luego se alzan como doradas nubes a las alturas.
Caer, mas volver a empezar
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