“Tan lejos quedó la tierra donde he nacido/inmensa nostalgia invade mi pensamiento/ y al verme tan solo y triste como hoja al viento/ quisiera llorar de sentimiento” decían los antiguos corridos de emigrantes chicanos. Los mismos que van a florecer al desierto de la diáspora, como vidas soñadas. Y lejos de quedarse y florecer en su suelo, se van al exilio de un mundo mejor, pero lejano y extraño. A veces los hombres somos como las plantas: el destino nos cambia de lugar. Algunas plantas son trasladadas a otro sitio de donde han nacido. El jardinero las cambia o al final van a florecer a una sala elegante, como objeto de decoración. Florecer es el fin de su existencia y lo hará -esté donde esté. Así el hombre florece en la llanura que le vio nacer o va a florecer lejos, donde lo mueva el Divino Jardinero. Entre tanto, la nostalgia del terruño es un corrido mejicano o una estrella lejana que alumbra la llanura de los ideales. Allá lejos, en medio del llano, donde al final floreceremos bajo el mismo sol que nos vio nacer… Nuestros capullos habrán de abrirse tal vez lejos, no importa, siempre tendrán el mismo color, el mismo rubor, el mismo perfume de su ser. La misma vida.
Diáspora: Florecer en otro suelo
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