El mundo y la vida están hechos de ilusiones. Es decir, de maravillosos engaños a los sentidos. El mago hace aparecer de la nada una rosa, un conejo o una hermosa mujer… Y llegamos a dudar de la existencia de la rosa, del conejo, de la bella y hasta del mismo mago. (Él mismo puede ser sólo ilusión). Concluimos que el prestidigitador podría ser igualmente una aparición. Al igual que los mismos espectadores. Esos que ya no volverán a la siguiente función. Ellos también habrán sido entonces ilusión o “illudere”. Precisamente por ser parte del mismo espectáculo del mago. Los sueños, la rosa, la mujer, la estrella… Todo aquel público y aplausos se esfumarán de pronto, cuando el teatro y el proscenio queden vacíos… Comprenderemos que, si -la misma audiencia era ilusión- nosotros también. La periodista continuó su interrogatorio al mago “¿Qué le hizo encontrar la magia del arte, ilusionista del amor?” “Las cosas felices del corazón -respondió aquel. Y no me arrepiento, porque en verdad salieron del aire y la nada, como la flor, la canción o los sueños fugaces; como la misma escena del prestidigitador. Es el mago, creando su propia felicidad. Como tantos ilusionistas del amor que vagan por la vida o lo que queda de la vida.” (IV)
El mago creando su felicidad
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